Capítulo 28. La ira del dueño del infierno.

Dominic Ivankov

Cuando salí y la vi allí desnuda, temblorosa. Con la piel marcada por el látigo y los ojos brillando como vidrios rotos. De rodillas en la plataforma, sus caderas desnudas rozando el suelo manchado de vino y sudor, algo en mi pecho se retorció como una serpiente envenenada.

—¿Po...