Capítulo 38. La mataré yo mismo.

Elizaveta

El frío del cañón de la pistola contra mi sien me heló la sangre. Dante estaba despierto, y no solo eso, estaba furioso. Sus ojos, oscuros como la noche, brillaban con una ira que prometía muerte.

Sus manos, fuertes y callosas, apretaban mi garganta con una fuerza que me hacía ver es...