CAPÍTULO 2

Hunter, un nombre que me hacía revivir recuerdos dolorosos. Durante mucho tiempo, Hunter había sido mi pasión prohibida, el padre de mis hijos. Era un secreto que mantenía oculto, incluso de Stacy.

Sentí un nudo formarse en mi garganta, pero mi respuesta fue firme.

—Mis hijos no tienen padre, oficial Moore. Yo me encargo de ellos sola.

Moore frunció el ceño, claramente intrigado.

—Entonces, ¿optaste por la fertilización in vitro o algo por el estilo?

Suspiré, sintiendo el peso de la mentira sobre mis hombros.

—Algo así, sí.

El oficial asintió, haciendo algunas notas más en su libreta. Parecía entender que nuestra situación era complicada y delicada.

—Entiendo —dijo, y luego preguntó—. ¿Tienes alguna idea de por dónde podemos empezar la investigación, o si hay alguien que pudiera tener interés en llevarse a tus hijos?

Miré a los ojos del policía, sintiendo la urgencia pulsar dentro de mí.

—No lo sé, oficial Moore. Solo quiero que vuelvan. En dos días, mis hijos cumplirán seis años, y todo lo que quiero es tenerlos de vuelta. ¿Hay esperanza, verdad?

El oficial Moore hizo algunas notas en su libreta antes de mirarme con compasión.

—Nuestra investigación apenas comienza, señora Silver. Hasta ahora, no hay señales de violencia más allá de lo que le pasó a la señora Stacy. Trabajaremos con calma y precisión para averiguar qué sucedió.

Mi mente daba vueltas mientras sus palabras resonaban en mis oídos. Todo estaba sucediendo demasiado rápido, y mi ansiedad solo aumentaba a medida que pasaban los minutos. Apenas podía creer que en solo dos días, mis hijos cumplirían seis años. Sus cumpleaños siempre habían sido motivo de celebración y alegría, pero ahora, estaban desaparecidos, y mi corazón estaba roto.

—Necesito encontrarlos, oficial Moore —murmuré, con lágrimas llenando mis ojos nuevamente—. Son todo lo que tengo, y no puedo perderlos. ¿Hay alguna esperanza de que los encontremos a salvo?

La respuesta del oficial Moore fue reflexiva, sus ojos expresando una sinceridad que anhelaba escuchar.

—Haremos nuestro mejor esfuerzo, señora Silver. Investigaremos con calma, pero es importante no tener expectativas demasiado altas en este momento. Encontraremos a sus hijos y llevaremos justicia a quien haya hecho esto. Cuente con la policía, y si sabe algo, por favor, no dude en informarnos.

Sus palabras pesaban en mi corazón. No podía imaginar una vida sin mis hijos, sin la risa y la alegría que traían a mi existencia. Pero sabía que la realidad se estaba imponiendo, y las incertidumbres se cernían, envolviendo mi corazón en oscuridad.

Con un profundo suspiro, miré la foto de mis hijos en la mesa de café, prometiéndome a mí misma que haría cualquier cosa para tenerlos de vuelta en mis brazos y enfrentar lo desconocido con la determinación de una madre que nunca se rendiría.


Después de que el oficial Andrew Moore y los otros agentes se fueron, la casa quedó en silencio, pero la tensión en el aire parecía no haberse disipado nunca. Stacy, la niñera que se había convertido en una parte querida de nuestras vidas, ahora estaba muerta, y mis hijos estaban desaparecidos. La incertidumbre de lo que les había sucedido me atormentaba, dejando un profundo vacío en mi pecho.

Sabía que la investigación estaba en curso, pero no podía simplemente esperar. No podía quedarme de brazos cruzados mientras mis hijos estaban en peligro. Había algo dentro de mí, una bestia que había estado dormida durante mucho tiempo, algo que había reprimido desde el nacimiento de los trillizos. Era mi naturaleza de mujer lobo, y necesitaba despertarla.

Decidí hacer algo que no había hecho en seis años. Me transformaría en mi forma de lobo para buscar a mis hijos. Era una habilidad que no había usado en seis años, desde que nacieron los trillizos, y había mantenido mi naturaleza bajo control todo este tiempo para protegerlos.

Fui al centro de la habitación, donde la Luna Azul aún brillaba a través de las ventanas, proyectando una luz etérea sobre el espacio. Sabía que esta transformación no sería fácil, especialmente después de tanto tiempo sin usarla, pero era la única manera de acercarme a mis hijos.

Cerré los ojos, buscando conectar con mi lobo interior, ese ser salvaje que era parte de mí. La concentración era esencial.

Los primeros momentos fueron extraños e inciertos, como andar a tientas en la oscuridad. Me concentré en los recuerdos, en las memorias de la última vez que me transformé, cuando dejé mi manada y vine a Seattle. Recordé la sensación de mis huesos alargándose, de los músculos endureciéndose, de la piel convirtiéndose en pelaje, y la furia incontrolable que venía con la transformación.

Respiré hondo, tratando de encontrar a la bestia dentro de mí, pero algo estaba mal. Mi piel no se erizaba, mis uñas no se alargaban, y mis colmillos no emergían.

Normalmente, la sensación de la transformación comenzaría a apoderarse de mí, aparecerían las garras, los sentidos se agudizarían, y me sentiría una con mi lobo. Pero nada de esto estaba sucediendo.

—Lobo —susurré, como si llamara a un viejo amigo—. Es hora de despertar.

Mi mente no podía conectar con la fuerza primitiva que había conocido desde la infancia. Simplemente no estaba allí. La desesperación comenzó a crecer dentro de mí.

—Vamos, Feroz —me susurré a mí misma, tratando de encontrar esa parte oculta de mi alma—. Necesitas hacer esto. Tus hijos te necesitan.

Intenté una vez más, cerrando los ojos y adentrándome en las profundidades oscuras de mi esencia. Durante años, siempre había sabido cómo invocar mi naturaleza de lobo, cómo canalizar la furia y la fuerza que representaba.

—¿Qué demonios me está pasando? —susurré para mí misma, sintiendo un vacío profundo y oscuro en el núcleo de mi alma. Intenté de nuevo, pero la sensación de vacío persistía.

La transformación debería haber sido un acto natural, una extensión de quien era como mujer lobo. Nunca había tenido problemas para transformarme antes, incluso cuando no era necesario. Pero en ese momento, cuando necesitaba la fuerza y los instintos de mi lobo más que nunca, me eludían.

—¿Por qué no respondes? —susurré, ahora con lágrimas en los ojos. Mi lobo, que siempre había sido mi fuerza, parecía haberme abandonado en el momento en que más la necesitaba.

Seguí intentándolo, luchando contra el miedo que comenzaba a infiltrarse. Luché por evocar la parte más primitiva de mi naturaleza, pero no sucedió nada. Las lágrimas llenaron mis ojos, y me susurré a mí misma, como si mis propias palabras pudieran traer de vuelta a mi lobo.

—¿Dónde estás? ¿Qué te ha pasado?

Mi voz resonó en la habitación vacía, sin respuesta. La sensación de impotencia me envolvió, y me sentí más vulnerable que nunca. Mi lobo interior siempre había sido una parte fundamental de quien era, y su ausencia me dejó con un vacío inexplicable.

Pero era como si mi lobo interior hubiera desaparecido, como si hubiera sido borrado. El miedo comenzó a filtrarse en mi mente. ¿Qué me había pasado?

Sabía que mi transformación era un acto de desesperación, un intento de encontrar a mis hijos, pero ahora me enfrentaba a un bloqueo inexplicable. La frustración se mezclaba con el miedo, y me sentía impotente. Mi habilidad más fundamental como mujer lobo, mi conexión con mi naturaleza salvaje, había desaparecido. Y en ese momento, estaba sola y vulnerable, sin saber cómo proteger a mis hijos o encontrarlos.

Las lágrimas corrían por mi rostro mientras miraba al vacío. El mundo exterior seguía moviéndose, indiferente a mi dolor. ¿Qué haría ahora? ¿Cómo encontraría a mis hijos sin la fuerza que mi forma de lobo me proporcionaba?

Con un suspiro pesado, me levanté del suelo y caminé hacia la ventana. La Luna Azul aún brillaba en el cielo nocturno, pero su luz no me traía la misma sensación de poder y consuelo que solía. Miré hacia el bosque que rodeaba mi hogar, un lugar que siempre había sido mi refugio, y ahora sentía una extraña distancia entre mí y el mundo que conocía.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo
Capítulo anteriorSiguiente capítulo