Thyra

Elicia:

—¡AY, DIOS MÍO! —Grité como una niña al ver la enorme rata que se retorcía para pasar su voluminoso cuerpo por la pequeña abertura, moviendo sus bigotes y nariz en mi dirección mientras mis pies y trasero raspaban el suelo de piedra tratando de alejarme de ella.

—¡Odio las RATAS! Sin más, ...