Capítulo 11 El umbral de plata

El aire era distinto. No había viento, ni olor, ni sonido. Solo una calma tan absoluta que parecía ajena al tiempo. Frente a mí, la puerta de plata se elevaba como una luna sólida suspendida en medio de un vacío dorado. Sus bordes pulsaban suavemente, respirando, como si tuviera vida propia.

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