Capítulo 32 Donde el amor vuelve a tener cuerpo

El primer amanecer no tenía nombre.

El cielo era una extensión pálida, sin estrellas ni sombras, y el aire olía a lluvia antes de caer.

Elara abrió los ojos, sintiendo el peso del tiempo ausente en su pecho.

Ya no era luz.

Ni fuego.

Ni diosa.

Solo una mujer.

El viento acarició su rostro.

Sus pies...

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