Capítulo 5 Forjada en Dolor
La humillación me recorrió como una descarga eléctrica. Estaba arrodillada. Yo, Anya, la bailarina que se había jurado a sí misma no volver a inclinarse ante nadie, estaba en el suelo. El instinto me había ganado la batalla, y la rabia que sentía por mi propio cuerpo era tan intensa como la que sentía por Lycan. Mis manos se cerraron en puños sobre las rodillas.
—Levántate —ordenó Damon, su voz era como un hilo de terciopelo y hierro.
Dudé. Una parte de mí quería quedarse en el suelo, para que él supiera que mi rendición era un acto forzado. Pero otra parte, la de Anya, la de la superviviente, se negó a ser tan vulnerable. Me puse de pie lentamente, con cada músculo de mi cuerpo gritando de tensión. Mi mirada estaba fija en la suya, mis ojos llenos de desafío, el dolor de mi pasado me dio la fuerza.
—¿Y ahora qué? —pregunté, mi voz sonaba como un hilo delgado.
Damon no respondió de inmediato. Sus ojos me estudiaron, analizando mi lenguaje corporal, mi rabia, mi desafío. Sabía que no era una omega sumisa, y eso, al parecer, le fascinaba.
—Ahora empieza tu entrenamiento —dijo, su voz era suave pero firme—. Tienes una semana para prepararte. Te enviaré a mis mejores hombres para que te den clases de defensa personal, táctica y negociación. Debes aprender a ser una depredadora, no una presa.
La idea de convertirme en algo más que una bailarina, de ser una mujer que pudiera defenderse a sí misma, era emocionante. La adrenalina me hizo cosquillas en el estómago.
—¿Y qué pasa con mi trabajo? —pregunté.
—Tu trabajo ha terminado —dijo Damon con una sonrisa oscura—. Anya, la bailarina, ya no existe. Ahora eres Elara Thorne, mi futura reina.
El nombre me revolvió el estómago. Thorne. Un nombre que gritaba poder y peligro. El nombre que Lycan se había burlado de mí por no tener. Y ahora, me lo ofrecían como un regalo.
—No soy una de tus propiedades —le espeté, mi voz se elevó con una rabia que me sorprendió a mí misma—. Y no soy tuya.
Damon se acercó, sus pasos eran tan suaves como los de un lobo. Su mano se levantó lentamente, y pensé que me golpearía. Pero en su lugar, acarició mi mejilla. Su toque era tan suave que me hizo temblar.
—Aún no lo eres —dijo, su voz era un murmullo profundo—. Pero lo serás. La venganza es un plato que se sirve mejor frío, Elara. Y mi venganza es contra el hombre que te humilló. Y el único modo de conseguirlo es uniendo nuestro poder.
Él no estaba pidiendo solo mi cuerpo, mi tiempo o mis habilidades. Él estaba pidiendo mi alma. Mi pasado. Mi futuro. Mi vida. Me estaba pidiendo que renunciara a la única cosa que me quedaba: mi independencia. Y sin embargo, la oferta era demasiado tentadora para resistirla.
—Acepto —dije, y mis palabras llenaron la habitación.
Una sonrisa de triunfo se dibujó en su rostro. Se acercó a mí, y esta vez, el instinto de mi omega no me hizo retroceder. En cambio, me quedé quieta, esperando su próximo movimiento. Y cuando sus labios se posaron sobre los míos, el mundo se detuvo.
El beso fue un fuego lento, una explosión de sabor a whisky y a poder. No era un beso de amor, sino un beso de posesión, una declaración. Damon me besó con la ferocidad de un depredador, y yo, por primera vez en mi vida, me rendí por completo. No por sumisión, sino por un deseo que no podía negar.
Cuando el beso terminó, sentí que me había quedado sin aliento. Damon me miró, sus ojos oscuros me miraron con una intensidad que me hizo temblar.
—Bienvenida a casa, Elara —dijo, su voz era tan profunda que sentí que resonaba en lo más profundo de mi ser—. Ahora, la diversión de verdad, empieza.
Y con esas palabras, mi vida, que ya estaba destrozada, se desmoronó por completo. Me había escapado de un destino, solo para encontrarme con uno mucho más oscuro y peligroso. Uno que no me dejaría ir. Y me arrodillé, no por sumisión, sino por miedo. La vida me había dado una segunda oportunidad para ser rechazada, pero esta vez, algo me decía que no lo sería. Esta vez, sería reclamada. Y la oscuridad en sus ojos me dijo que no tendría opción.














































