Capítulo treinta y nueve.

Un amanecer de segundas oportunidades.

El aire en la madrugada era fresco, con ese olor salado y penetrante que solo el océano puede tener. La playa, estaba en calma, con el suave murmullo de las olas rompiendo la orilla. Leticia se había levantado temprano, su alma todavía magullada por la tra...

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