Capítulo cuarenta y dos.

El peso de una confesión.

La habitación se sumió en un silencio pesado, solo roto por el suave murmullo de las olas a lo lejos. Leticia, con el corazón en la mano, se dio cuenta de que el momento había llegado. Daniel había demostrado, con su paciencia, su comprensión y su amor, que no la juzgar...

Inicia sesión y continúa leyendo