Capítulo cuarenta y cuatro.

La agonía de la fiebre.

El amanecer trajo consigo una calma engañosa. El sol se alzaba, pero en la habitación, una tormenta de fiebre y angustia se había desatado. Leticia yacía en la cama, su cuerpo temblando bajo las mantas, su respiración agitada y dolorosa. El rostro, pálido y sudoroso, tení...

Inicia sesión y continúa leyendo