Capítulo 2: el pacto del lobo

La luna llena era una linterna de plata, pero su luz no lograba disipar la sombra que Dimitri Sokolov proyectaba. Su afirmación —“Te quiero a ti”— no era una declaración romántica, sino una advertencia. Una sentencia. Él se acercó, la distancia entre nosotros se cerró y el aire se hizo más pesado, más denso, cargado con el aroma a pino y a lluvia que me había helado la sangre.

—No sé de qué habla, señor Sokolov —dije, tratando de sonar firme, pero mi voz era un hilo frágil que el viento de la noche podía romper.

—Lo sabes perfectamente, Lyra —respondió, su voz era un susurro grave, una caricia peligrosa—. El relicario. Mi padre lo quiere. Es un artefacto antiguo que ha pasado de generación en generación en tu familia. Una vez, le dio poder a un lobo alfa que quiso unir a su manada y someter al resto de clanes. Él cree que si lo tiene, tendrá el poder suficiente para desterrar a cualquier manada y crear un nuevo imperio. Lo que no sabe, es que lo que quiere, no se puede tomar por la fuerza. No hasta que el corazón de un Alfa y un Omega se unan.

—Mi familia no tiene ese relicario —mentí, sintiendo el peso de la sortija con forma de lobo aullando a la luna que él me había quitado a mi madre. La llevaba en un bolsillo de mi chaqueta, como si fuera una protección, un escudo contra la verdad.

—Por supuesto que lo tienen —sonrió, sus ojos grises brillaban con una astucia casi animal. Se acercó un paso más, lo suficiente para que su aliento cálido me rozara la mejilla—. Pero el relicario no es lo único que quiero. Te dije que te quería a ti. Los lobos de sangre pura, como yo, tenemos un don. Podemos saber cuándo la luna nos ha unido a nuestro mate. Mi lobo te reconoció.

Mi corazón se detuvo. Mi cuerpo se tensó. No podía ser. Dimitri, el hombre que me había quitado todo, ¿era mi alma gemela? La idea era tan absurda como un lobo bailando con una oveja.

—Usted está equivocado —susurré, sintiendo la desesperación apoderarse de mí.

—No lo estoy. Mi lobo no miente. Y ahora que te he encontrado, no te voy a dejar ir.

—¿Y qué va a hacer? ¿Me va a obligar a ir con usted? —lo desafié, sintiendo un resquicio de valentía nacer en mí.

—Podría, pero no quiero. Quiero que vengas conmigo por tu propia voluntad. Y a cambio de eso, te daré algo que anhelas —dijo, sus ojos se posaron en la ventana de mi casa, donde la silueta de mi hermana se movía—. Te daré lo que el dinero de un Sokolov no puede comprar. La libertad de tu hermana.

Mi respiración se cortó. Elara. Mi hermana. Sufría en silencio desde la desaparición de nuestros padres. Estaba atrapada en una cárcel mental, y yo era la única que podía liberarla.

—¿De qué habla? —dije, sintiendo la esperanza, el anhelo de que mi hermana recuperara su vida, brotar en mi pecho.

—Sé por lo que ha pasado tu hermana. Y sé que lo que tiene se puede curar. Mi manada tiene a la mejor chamán, que no solo puede sanar las heridas físicas, sino también las del alma. Su sanación es un don de nuestros dioses.

—¿Y qué tengo que hacer? —pregunté, sintiendo que un nudo se formaba en mi garganta.

—Venir conmigo. Casarte conmigo. Y al casarnos, nuestra unión hará que el relicario de tu familia aparezca. Si lo entregas a mi padre, yo tendré el poder que tanto ansía. A cambio, tu hermana tendrá la sanación que tanto necesita. Pero recuerda que esto no es solo un trato, también es nuestro destino.

—¿Y si me niego? —lo desafié, mis ojos fijos en los suyos.

—Si te niegas —dijo, su voz se hizo dura como el granito—, tu hermana se quedará como está. Y yo haré que la vida en este pueblo sea un infierno para ti. No tendrás trabajo, tu casa será demolida y tu hermana... bueno, no quiero pensar en las cosas que podrían pasarle a una omega desamparada sin nadie que la proteja.

El terror me recorrió. Sabía que no estaba mintiendo. Él era un Sokolov, y su palabra era ley en Oakhaven. Mi corazón latía desbocado, un dilema abrumador me aplastaba. Tenía que elegir entre mi vida o la de mi hermana. No era una elección, sino un sacrificio.

—Tengo una condición —dije, mirando su rostro con furia contenida.

Él sonrió, un destello de victoria en sus ojos.

—Soy un alfa, Lyra, mi palabra es la ley. No hay condiciones para un trato. Pero te escucharé.

—Déjame ir al trabajo, quiero hablar con mi hermana, y le doy la respuesta.

—No. Quiero la respuesta ahora. Y sabes cuál es. Nadie de mi manada se casaría con una omega como tú si no fuera por este trato. Nadie más te protegería. La luna nos unió, pero tu destino está en mis manos.

El peso de sus palabras me aplastó. No había escapatoria. No había otra opción. Elara era lo único que me quedaba, y no podía abandonarla.

—Acepto —susurré, mi voz apenas audible. Era un pacto con el diablo, una entrega de mi alma a la sombra de un lobo.

Una sonrisa de triunfo se dibujó en sus labios.

—Buena chica —dijo, la frase era un puñal, y en sus ojos vi el brillo oscuro de la posesión. Sabía que mi vida como la conocía había terminado. Había entrado en la Guarida del Lobo, y no había salida. El juego había comenzado, y yo era solo un peón en su tablero.

¿Qué giros te gustaría que tomara la historia en el siguiente capítulo? ¿Te gustaría ver a Lyra en la mansión de los Sokolov, o prefieres que se centre en la relación que tendrá con Dimitri?

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