Capítulo 22: el aullido de la loba solitara

La mañana siguiente, Dimitri se veía mejor, pero su energía seguía mermada. Se había levantado de la cama, sus ojos grises fijos en mí, una mezcla de admiración y preocupación. La herida en su pecho, aunque curada por mi poder, seguía siendo una cicatriz, un recordatorio de lo que su hermano habí...

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