Capítulo 3: el nido del depredador

La camioneta negra de Dimitri era tan imponente y silenciosa como el hombre que la conducía. Mis manos temblaban en mi regazo, y me aferraba a la correa de mi bolso con la misma desesperación con la que me había aferrado al trapo en el bar. El paisaje de Oakhaven se desdibujaba en la ventanilla, el último suspiro de mi vida anterior.

—¿Tienes miedo? —preguntó Dimitri, su voz grave rompiendo el silencio.

—¿Debería? —respondí, mi voz sonando más segura de lo que me sentía.

Una sonrisa amarga se dibujó en sus labios.

—Toda omega le teme a un alfa, Lyra. Es la ley de la naturaleza. Pero deberías saber que no soy un monstruo. Hago lo que tengo que hacer para que mi manada y mi familia prosperen. Y ahora, tú eres parte de ella.

—¿Parte de la manada o parte del trato? —lo desafié.

—Ambos —dijo, y un brillo peligroso se encendió en sus ojos—. No te equivoques. Yo no hago tratos a medias. Una vez que entres a la mansión Sokolov, serás mi mujer. Y mi manada te protegerá como a una de las nuestras.

—No necesito que me protejan —susurré, sintiendo la rabia y el resentimiento apoderarse de mí—. He estado cuidando de mí misma y de mi hermana por dos años.

—Y mira cómo terminaste —dijo, la crueldad de sus palabras me golpeó como un puñetazo—. Con deudas, trabajando en un bar y con tu hermana en una cama de hospital. Tú no eres una luchadora, Lyra. Eres una superviviente. Y no puedes sobrevivir sola en este mundo.

El silencio volvió a adueñarse del auto, tan pesado que casi podía oírlo. Las palabras de Dimitri me dolieron. Me recordaron lo débil que era, lo vulnerable que era ante un hombre como él.

Minutos después, la camioneta se detuvo frente a una inmensa reja de hierro forjado. Al fondo, a lo lejos, una mansión de estilo gótico, con torreones y ventanas altas, se alzaba como un depredador en la noche. La mansión de los Sokolov. Mi nueva prisión.

—Bienvenida a casa —dijo Dimitri, su voz sonando extrañamente suave.

No respondí, simplemente me quedé mirando la mansión, sintiendo el peso de la decisión que había tomado. Elara. Lo había hecho por ella. Era mi única esperanza.

Unos hombres con traje y armas salieron a recibirnos. Me miraron con una mezcla de curiosidad y desprecio.

—¿Quién es ella, Dimitri? —preguntó uno, con una voz profunda.

—Ella es Lyra, mi futura esposa —respondió, su voz era un murmullo que exigía respeto.

Los ojos de los hombres se abrieron de par en par. Un murmullo corrió entre ellos, una mezcla de sorpresa y desaprobación. No me culpo. Una Omega no tenía derecho a unirse a un Alfa de sangre pura.

Dimitri me tomó del brazo, su toque era firme y posesivo, y me condujo a la mansión. El interior era tan imponente como el exterior. Un vestíbulo con pisos de mármol, candelabros de cristal y cuadros de hombres con barba y miradas severas.

—Sígueme —dijo Dimitri, sin soltarme del brazo.

Me llevó a la sala de estar, donde un hombre de unos cincuenta años, de cabello gris y ojos de acero, nos esperaba. Era el padre de Dimitri, Nikolai Sokolov, el Alfa líder. Su presencia era tan poderosa que el aire se sentía pesado a su alrededor.

—Padre, ella es Lyra Vespera —dijo Dimitri.

Nikolai me estudió, sus ojos fríos me escanearon de pies a cabeza.

—La Omega de la que me hablaste, ¿verdad? —preguntó, su voz era un trueno.

—Así es. Es la única que puede activar el relicario —respondió Dimitri, su voz era un susurro que desafiaba a su padre.

—¿Y crees que una omega sin manada, una simple sirvienta, tiene el poder de un objeto tan antiguo? —se burló Nikolai.

—El poder no se mide por la sangre, padre —dijo Dimitri, con el mismo tono.

—Veo que tu lobo se ha unido a ella —dijo Nikolai, ignorando a su hijo. Se acercó a mí, su mirada era un pozo de ira y frustración—. Pero un alfa de sangre pura como tú, uniéndose a una omega... es una aberración.

—Te doy a elegir, padre. El relicario o la pureza de mi sangre. No puedes tener ambos —dijo Dimitri.

Nikolai se rio, una risa seca y sin humor.

—Lo que me has dicho, hijo mío, es una mentira. Pero no voy a luchar contra ti. Aceptaré tu unión. Solo quiero que me muestres la sortija de tu madre, y con ella, el relicario aparecerá.

Dimitri se rió, una risa seca y sin humor.

—La sortija que me diste, la tengo aquí —dijo, sacando del bolsillo de su pantalón un anillo con forma de lobo aullando a la luna.

Nikolai se acercó a su hijo, con la mirada de un depredador.

—Sabes que eso no es lo que quiero. Quiero el relicario. Mi manada lo necesita.

—Lo tendrás —dijo Dimitri—. Pero primero, me casaré con ella. Y no hay nadie en este mundo que pueda oponerse a mi voluntad.

Nikolai se quedó callado, y lo vi retroceder, como un lobo que reconoce a un alfa más fuerte. Apretó los dientes, y en un susurro que me asustó más que sus gritos, dijo:

—Que así sea. Te casarás con ella. Y te harás con ese relicario. Pero si mientes, si me engañas... te juro que la pagarás muy caro.

La tensión en la habitación era palpable, un campo de batalla de voluntades. Dimitri había ganado. Por ahora. Pero la guerra aún no había terminado. Y yo, Lyra Vespera, era el premio y la moneda de cambio.

¿Te gustaría que el próximo capítulo se centre en la boda o en la primera noche de bodas? ¿Qué tipo de matrimonio crees que será el de Lyra y Dimitri? ¿Estarán a la altura de lo que se espera de ellos?

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