Capítulo 4: el vestido de la jaula

—Tu habitación está en el ala oeste —dijo Dimitri, su voz se hizo eco en el pasillo, sus pasos resonaban en el mármol—. Te he preparado todo para la boda. Solo tienes que esperar.

Lo miré, sintiendo que un frío me recorría la espina dorsal.

—¿Esperar? ¿Esperar a qué? ¿A que te cases con una extraña para conseguir lo que quieres?

—No eres una extraña, Lyra —dijo, deteniéndose frente a una puerta de madera oscura. Su voz era un susurro que me asustó más que sus gritos—. Eres mi mate. Mi lobo lo sabe. Mi corazón lo sabe. Y ahora, tu cuerpo y tu alma lo sabrán.

Sus ojos grises brillaron con una intensidad que me hizo sentir pequeña. Se acercó a mí, sus dedos acariciaron mi mejilla. El calor de su tacto me quemó, y mi cuerpo se tensó, una mezcla de terror y una extraña atracción que no podía entender.

—No me toques —dije, apartándome de él.

Dimitri sonrió, una sonrisa sin humor.

—Pronto serás mía, Lyra. Y no habrá lugar en este mundo donde puedas esconderte de mí.

Abrió la puerta y me empujó suavemente hacia el interior. La habitación era enorme, con paredes de seda roja, muebles de caoba y una cama tan grande que parecía un barco. En el centro de la habitación, había una percha con un vestido de novia de seda blanca, adornado con encaje.

—Tu vestido. Ponte cómoda —dijo Dimitri, cerrando la puerta detrás de mí.

Me quedé parada en el centro de la habitación, con las lágrimas ardiendo en mis ojos. No era un vestido de novia. Era un uniforme de prisionera. Una jaula de seda. Me acerqué al balcón, un gran ventanal de cristal, y miré el cielo estrellado, con la luna llena brillando sobre la mansión. Era como si la luna me estuviera observando, como si estuviera presenciando mi caída.

Una hora más tarde, una mujer de unos cuarenta años, con cabello castaño y ojos bondadosos, entró en la habitación. Era la chamán de la manada.

—Hola, Lyra. Mi nombre es Elara. Estoy aquí para prepararte para la ceremonia —dijo, su voz era un bálsamo para mi alma.

—¿Elara? —susurré, la palabra se sintió como una extraña coincidencia.

—Sí. Es un nombre común en esta manada —dijo, con una sonrisa triste. Me tomó del hombro y me guió hasta la cama—. Sé por lo que estás pasando. Sé que no querías esto. Pero si te sirve de consuelo, Dimitri es un buen hombre. Y su lobo te protegerá.

—No necesito su protección —dije, con la voz quebrada.

—Lo harás. Te casarás con el alfa de esta manada. Y como su omega, serás el blanco de muchas personas. Te casarás con la mafia, con los hombres lobo. Serás la mujer de un billonario, y tendrás que aprender a defenderte. O él lo hará por ti —dijo Elara.

Me senté en la cama, y Elara me tomó las manos.

—No me casaré con él. Lo hago por mi hermana. Él me prometió que la curaría.

Elara me miró con ojos compasivos.

—Un Sokolov no miente, Lyra. Pero un trato con un Sokolov siempre tiene un precio más alto de lo que imaginas.

Sentí que un nudo se formaba en mi garganta. Las palabras de Elara me hicieron temblar.

—¿De qué habla?

—Tu hermana. Sé que la amas. Y por eso vas a luchar. Por ella. Y por ti. El amor de un alfa es como una droga, Lyra. Una vez que te acostumbres, no podrás vivir sin él.

Elara me soltó las manos y se dirigió hacia la percha, tomando el vestido con cuidado.

—Es hora —dijo, su voz era suave pero firme.

Me levanté y la miré, sintiendo un escalofrío. Me puse el vestido. El encaje era suave como una pluma, pero el peso del vestido se sentía como una cadena. Me miré en el espejo, y no reconocí a la mujer que me devolvía la mirada. Era una princesa en su torre, una prisionera en una jaula de seda.

La ceremonia se llevó a cabo en el jardín de la mansión. Las estrellas brillaban en el cielo, y una luna llena iluminaba el altar. Los miembros de la manada estaban allí, con sus rostros serios y sus miradas frías. Dimitri me esperaba en el altar, con su rostro impasible, sus ojos grises fijos en mí. Su traje negro hacía que su cuerpo se viera aún más imponente.

—Lyra Vespera, ¿aceptas a Dimitri Sokolov como tu legítimo esposo? —preguntó el sacerdote.

Lo miré, mi corazón latiendo como un tambor.

—Sí, acepto.

—Dimitri Sokolov, ¿aceptas a Lyra Vespera como tu legítima esposa?

—Sí, acepto.

El sacerdote nos declaró marido y mujer, y en ese momento, su voz fue el último suspiro de mi vida anterior. Dimitri se acercó a mí, y sus labios se encontraron con los míos. El beso fue corto, pero el calor de sus labios me quemó. Era un beso de posesión, un beso de propiedad. Mi lobo interior se estremeció.

Después de la ceremonia, me condujo a su habitación. Era aún más grande que la mía, con una cama de sábanas de seda negra. El aire estaba cargado de su aroma a pino y a lluvia.

—Tu cama es mi cama ahora, Lyra —dijo, mientras me quitaba el vestido, pieza a pieza, hasta que quedé completamente desnuda ante él.

Sus ojos me recorrieron, y el brillo de la posesión se hizo más fuerte. En su mirada, vi una mezcla de deseo y de algo más. Algo oscuro. Algo que me hizo temblar.

—Ahora te haré mía. Tu cuerpo será mío. Y cuando el relicario sea nuestro, te habré cumplido mi promesa —dijo, mientras sus dedos acariciaban mi piel, y sus ojos se posaban en la marca que la luna había dejado en mi cuello, la marca de un lobo, la marca de un alfa.

¿Qué quieres que pase en el siguiente capítulo? ¿Un giro en la trama con la aparición del relicario, o un enfoque en la primera noche de bodas de Lyra y Dimitri? ¿Qué tanto crees que se han unido Lyra y Dimitri?

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