Capítulo 8: la unión en la jaula dorada

Las palabras de Dimitri resonaban en la habitación como un eco fantasmal. “Tú me hiciste esta marca… eres mía”. Su afirmación no era una súplica, sino una declaración de posesión, una sentencia de mi destino. Me sentí como un animal acorralado, con el corazón latiendo desbocado en mi pecho. Había...

Inicia sesión y continúa leyendo