Capítulo treinta y dos

Sus manos están envueltas alrededor de mi trasero, sosteniéndome como un tesoro encontrado, soy la que él quiere, y sé que no puede ser nadie más que yo en sus brazos. Sus labios buscan los míos, me chupa y me besa como si no hubiera un mañana, como si todo fuera una única y decisiva dosis que podrí...

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