Capítulo cuarenta y seis

Mads se frotaba contra mí, sus caderas presionando contra mi trasero, concentrándose en la humedad que nos hacía deslizarnos el uno en el otro. Sus gemidos eran profundos, feroces y roncos, saliendo desde lo más hondo de su garganta. Me montaba casi sentado sobre mi cuerpo, su peso me inmovilizaba e...

Inicia sesión y continúa leyendo