Capítulo sesenta y ocho

Al primer rubor del amanecer, los pasillos del palacio exhalaban una melancolía silenciosa. La frágil luz luchaba por colarse a través de los altos vitrales, proyectando largas y ondulantes sombras sobre los fríos suelos de piedra que habían sido testigos tanto de la rebelión como de la esperanza. E...