Capítulo 5

—¿Dime quien jodidos es Mark Solar? —Megan abrió los ojos, petrificada. ¿Cómo lo sabía? ¿Quién se lo dijo? ¿Kang se había podido dar cuenta de algo?—. ¡Contesta! —gritó exigiendo una respuesta, mientras la tomó de los hombros y la sacudió con brusquedad.

—Yo...

—Sé perfectamente que este matrimonio es arreglado, pero no voy a permitir que me veas la cara de idiota y me engañes con otro hombre. —Jamás había visto a Marco tan furioso, con sus ojos inyectados de rabia, era como si fuera otro hombre, fue tanta la sorpresa que no supo qué decir, se había quedado muda.

—Marco yo te juro...

El azabache la soltó y giró sobre sus talones, de verdad quería calmar ese fuego interno que lo consumía por culpa de los celos, pero no pudo al imaginar que alguien pudiera gozar de lo que Megan le negaba. Eso solo intensificaba su furia y realmente no quería hacerle daño, no a ella.

—Por qué no te tranquilizas y hablamos con más calmados, por favor...

D’monte hizo oídos sordos quitándose la camisa, ni el misma entendía razón, la rubia se tensó sintiendo el miedo recorrer su cuerpo.

—¿Q-Que haces? —trató de preguntar, temerosa a su respuesta y dio un paso hacia atrás.

Marco la tomó con fuerza y la empujó a la cama sin delicadeza, Los ojos de Megan se llenaron de lágrimas tratando de huir, pero su esposo fue más veloz aprisionado su cuerpo contra el colchón. Ella sabía que iba a hacer y negó, suplicante. No podía hacerle eso y menos de esa forma.

—Espero que tu amante no te haya dejado cansada porque ahora tomaré lo que por derecho es mío...

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La pobre chica se hizo un ovillo sobre su cama mientras sus lágrimas seguían saliendo sin parar y se mordía el labio con desesperación. No había podido dormir en toda la noche después de que casi Marco la tomara a la fuerza. Todo su cuerpo se estremeció sin entender de qué manera lo hacía. Había sido una noche horrenda sin embargo algo más sentía al recordarla, algo que no podía estar sintiendo.

Recordó su boca besando cada parte de su anatomía y tembló ante el extraño sentimiento que estaba sintiendo en ese momento, se sentía sucia y enojada con él por tratar de violarla, por violentada de esa forma tan ruda, sin embargo, también se sentía extraña por como su cuerpo había reaccionado a cada estímulo que le dio sin que ella hubiera querido. ¿Estaba bien? No lo sabía, lo único que si sabía era que estaba confundida porque jamás sintió nada igual, ni siquiera con Mark y no sabía qué pensar al respecto. El encierro la está volviendo loca.

—¡Hazlo! —Recordó lo que le dijo ese ese momento o más bien gritó con lágrimas en los ojos, estaba asustada, sin embargo, aún le quedaba valor, el poco que tenía—. Solo estaré pensado en Mark cuando me estés tocando y besando, solo en él. —le dijo con enojo mientras Marco se encontraba sobre ella, mirándola con sus ojos furiosos, jamás lo había visto así, pero le alegraba estar viendo su verdadera casa, su verdad yo y no uno me solo pretendía ser.

El azabache paró toda acción apretando las muñecas de Megan sobre la cama, arriba de su cabeza mientras tomaba fuertemente su mandíbula con la otra mano. La deseaba con todo el alma y tenerla así, tan expuesta debajo de él, semidesnuda lo ponía como nada en el mundo, pero cuando escuchó sus palabras todo eso se esfumó, no podía tomarla cuando ella solo pensaría en ese imbécil, cuando no quería y menos lo amaba. ¿Qué estaba haciendo? Se fijó en sus ojos, enmendaban puro temor. Estaba haciendo mal, estaba actuando mal, así no era la forma de tratar los problemas, sacudí su cabeza entrando en razón o al menos eso se obligo a hacer.

Se levantó de la cama y libero el cuerpo de Megan mirándola con frustración y culpa, se dio media vuelta sin decir nada y salió de la habitación dando zancadas. La había cargado. Ahora lo único que quería ella, era no volverlo a verlo nunca en su vida, que equivocada estuvo cuando pensó que él podía llegar hacer un hombre honorable, no soportaría más estar en ese lugar, no quería ser más la esposa de Marco D’monte. Después del terror al cual fue sometida, se la paso despierta el resto de la noche, aún con el temor de que volviera y le hiciera algo. Ahora no solo lo odiaba sino que también le temía. ¿Qué haría?

Marco entró a su habitación totalmente descontrolado, se inclinó sobre el tocador de su recámara, se miró al espejo con su rabia a flor de pie, quería tranquilizarse, quería olvidar, pero lo que le había dicho Constanza aparecía una y otra vez en su mente como un disco rayado. En como le había enseñado las fotos que ella misma tomo en aquel centro comercial, mientras Megan se veía a escondidas con aquel bastardo, no pudo más y en un arranque aún más furioso tiro al suelo todo lo que estaba sobre el, no le importo nada, solo quería olvidarse de todo lo que estaba sucediendo, quería no odiarse a si mismo por actuar de una manera tan irracional. ¿Cómo había tratado de tomarla a la fuerza? Se desconoció a sí mismo, era un desastre, y ahora sabía que Megan lo odiaría aún más que antes, simplemente no sabía como solucionar su error. Se sentó en la orilla de la cama y tomó su cabeza entre sus manos, pensado en que podría hacer para que Megan fuera solo de él, pero por decisión propia, que lo amara a él y a nadie más. Estaba perdido, no sabía que hacer.

Al otro día su madre la miró de forma curiosa, casi burlesca cuando bajó al comedor, tratando de no levantar demasiado la comisura de sus labios y formar la gran sonrisa que tenía escondida. Tal vez a la mala, su hija podría aprender que no debía desobedecer sus órdenes. Actuó como si nada hubiera pasado, para ella no existía la empatía, si su hija había sufrido era por que en verdad se lo merecía y ni siquiera tenia idea de que ella había sido la persona que le dijo a Marco de su engaño. Desde hace mucho tiempo atrás, ella le había prohibido a su hija mantener alguna relación con ese hombre que no poseía dinero ni distinción social, un muerto de hambre que no le podía ofrecer nada a Megan, ni a su familia, hasta ese momento se enteraba de todas las cosas que había hecho para verlo a escondidas, incluso lo había llevado a las vacaciones de familia con ayuda de su sobrino, su hija era caprichosa, aun estuviera casada se empecinaba a verlo a escondidas, eso no estaba bien. Ante los ojos de Dios eso era un gran pecado. Por eso no le importó lo que Marco le hubiera hecho, pues para ella era algo que tenía bien merecido.

Megan se mantuvo en silesio por todo el desayuno, tratando de ignorar a su mamá pensando en cómo podría escapar de toda esa situación que la tenía acorralada, ya no podía más, era una desesperación que cada vez la ahogaba más, necesitaba ver a Mark, que la abrazara, que la consolara diciéndole que todo iba a estar bien, que la sacaría de ese lugar. Sentía que en cualquier momento iba a explotar de impotencia, entonces una idea surgió en su mente, no sabía si era la precisión del momento, solo sabía que no podía estar más ahí o se volvería loca.

—¿Cómo dormiste Cariño? —Constanza preguntó como si nada hubiera pasado y Megan solo pudo dedicarle una mirada desolada sin responder. No tenía ánimos ni siquiera de hablar y responderle cuando sabía la respuesta.

Sabía perfectamente que su mamá estaba enterada de lo que había sucedido a noche, sus gritos fueron lo bastante fuertes para que ella los escuchara, pero no hizo nada al respecto, no le importo que su hija fuera casi violada por Marco y se preguntó ¿por qué? Por qué su propia madre le tenía tanto odio, no lo entendía. Le dolía demasiado la indiferencia que presentaba ante su dolor, era su madre, pero no lo parecía.

—Disculpa...

Megan abandono la mesa, no había tocado su plato, no tenía hambre y subió a su habitación donde dio varias vueltas y pensó mucho lo que estaba a punto de hacer, pensó en las posibilidades, en los pros y contras, entendía que estaba poniendo todo en riesgo, pero no veía otra salida, tomó el teléfono y marcó un número, era ahora o nunca.

—¿Hola?... —respondieron del otro lado de la línea casi enseguida.

—Mark, no puedo más. Quiero escapar contigo. —Su voz sonó suplicante, no podía estar un minuto más en ese lugar junto a ese hombre que odiaba u despreciaba con toda su alma.

Desafortunada me lo que Megan no sabía era quién estaba escuchando todo, del otro lado de la línea, y tal vez sus planes se verían frustrados nuevamente.

Marco estaba sentado en su escritorio, mirando la computadora perdidamente, llevaba así por lo menos unos veinte minutos, o la mañana entera, aun tratara de concentrarse en su trabajo le era imposible, las palabras y los sollozos de Megan los tenía incrustados en su mente. Ese día ni siquiera se había esperado al desayuno, estaba tan avergonzado que no sabía como debía pedir perdón. Lo poco que había avanzado en la lucha por ganarse su amor se había ido por la borda, estaba seguro y todo por el hombre que su esposa amaba, ese tal Mark que se estaba interfiriendo en sus asuntos. A veces sus celos podían sacar lo peor de él y esa lo que había ocurrido anoche era un gran y catastrófico ejemplo de eso.

Pero estaba arrepentido, de verdad lo estaba y si pudiera regresar el tiempo lo haría, sin embargo, ya era tarde y ahora tenía que hacer algo para que Megan lo perdonara porque a pesar de todo no la quería perder. La amaba demasiado para perderla por un error así. Pensaría en algo, tal vez más joyas, ropa dinero, obsequios, lo que fuera necesario para lo perdonara, había solo un pequeño detalle en su plan, Megan no era esa clase de chica, a ella no le interesaban los lujos o casas caras, la chica mantenía un buen corazón, uno dulce y sincero que se había casado con el para ayudar a su padre, sabía que sería muy difícil que lo aceptara y después de lo que había pasado tal vez jamás lo llegaría hacer.

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