Capítulo 7

No quería, pero hizo lo que le pidió, nada convencida de dejarlo solo, sin embargo, solo una cosa la motivo a hacerlo, tenía que pensar en su hija y no tuvo otra opción. Mark se incoó a un lado del cuerpo de Mino después de ver como Miranda se marchó y tomó entre sus manos el cuchillo que estaba incrustado en su pech.

Estaba pensado rápidamente en algo para que su amiga no saliera perjudicada de todo esto, no sabía que iba a hacer, tenía que actuar ya, tal vez podía alegar defensa propia, algo tenía que hacer, no obstante en ese momento una mujer, al parecer, vecina de Mino entró a la casa mirando con horror la escena frente a ella. Soltó un grito aterrador y salió corriendo de allí al mirar al supuesto asesino, trató de explicarle, sin embargo, ya era tarde, la mujer llamó a unos policías que casualmente transitaban por el lugar, Solar entró en pánico cuando toda esa situación se le estaba saliendo de las manos. El no había hecho nada, pero todo lo inculpaba, hasta el punto de sentirse en un callejón sin salida.

Soltó el arma, no había de otra y trató de huir por la parte trasera de la casa, no podía ir a prisión, lo esperaba en su departamento para irse juntos, para ser felices al fin, pero nada de eso fue posible cuando sintió algo caliente explotar en su interior, sus pasos poco a poco se detuvieron y no lo supo hasta que tocó su pecho, viendo la sangre que salía de ese lugar, no sintió absolutamente nada, ni siquiera dolor solo un desvanecimiento incontrolable. Cayó sobre el asfalto estrepitosamente y miró al cielo, sabía que estaba pasando, estaba muriendo, lo había herido, pero en su mente solo tenia la imagen de la única persona que le hubiera gustado ver antes de morir.

—Megan... —musitó el nombre de su amada siendo arrasado por una total oscuridad.

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Megan pasó los siguientes días sumergida en depresión, nada la consolaba, nada podía regreaarle a su amado, y eso le dolia más que mil dagas clavadas en su pecho. No salía de su habitación y apenas comía, era como si estuviera muerta en vida, una pena que sabia jamas iba a superar. Todos los días recordaba a Mark, la última vez que se vieron, que se hablaron, que se besaron y al hacerlo era cada vez más tortuosa. Al principio aún tenía la duda de si Marco le había dicho la verdad, aunque todo parecía que no, hubiera preferido mil veces que todo hubiese sido mentira, rezo cada noche por un milagro, incluso juro renunciar a él si así lo traían de vuelta pero nada paso, su madre se lo dijo con la menor delicadeza posible, le confirmó el deceso de Mark. En ese momento ya todo estaba perdido, inclusos sus esperanzas, no volvería a ver al amor de su vida nunca más y le dolía en el alma, más que eso era como una tortura perpetua, se culpaba incluso por haberlo perdido de una manera tan trágica. Mark no era malo, solo se había enamorado de la persona equivocada, en el momento equivocado. Megan no quería saber de nadie, nada le importaba ya que Mark no estaba, solo quería permanecer allí hasta que muriera de tanto llorar, o tal vez de inanición, le daba igual. No comprendía como había sido capaz de matar a alguien, escuchó a su mamá decir que lo habían matado al escapar de la escena de un crimen, lo cual no le parecía lógico ¿con qué fin? Si se supone que iban a escapar, por que ir hasta ese lugar, algo no cuadraba bien, algo le decía que Mark había sido víctima de algo o alguien. Ella estaba convencida de que el era el hombre más puro sobre la faz de la tierra, a diferencia de Marco por quien no podía sentir más que desprecio. El era un hombre malo ante sus ojos, solo quería verla sufrir, y ahora que estaba destrozada e infeliz esperaba que Marco estuviera satisfecho.

D’monte trató se disculpase de mil formas posibles, pero nada sirvió, entendía muy bien que no tenía justificación ante sus actos y su forma de actuar al saber que Megan se iba a ir con ese hombre. Aún lo recordaba y se ponía furioso. La realidad era que no sabía que había pasado exactamente con Mark, todo habia sido tan confuso, el solo fue por Megan con la direccion que le dio Constanza al decirle que su hija huirá con otro hombre, lo demás ocurrió de una favor extraña, como si el destino hubiera actuado a su favor, pero Megan no quería volver a verlo, de eso no había duda.

Aunque sabía que eso sería imposible de lograr, no le daría el divorcio y tampoco dejarían de vivir juntos, al menos lucharía por mantenerse alejada de él. Si quería conservarla como un simple trofeo, con la seguridad de que no seria de nadie, ni siquiera de él, estaba dispuesta a aceptarlo hasta que su padre pudiera progresar nuevamente, sería fuerte por que ahora era lo único que le quedaba.

Unas semanas después regresaron a Los Ángeles, Marco había terminado con los negocios que le impedían volver, tenía la idea que tal vez con los nuevos aires, algo cambiaría o al menos tenía un poco de esperanza. La amiga de la rubia le hacía mucha compañía en días de depresión, era la única que le subía el ánimo y la única que Marco permitía que viera, eventualmente volvió a sonreír un poco, no era fácil olvidarse de Mark, y del todo el amor que se tenian, ella seguía tan enamorada como la primera vez que lo vio. Siempre lo llevaría en su corazón, pero tenía que seguir con su vida o al menos tratar de hacerlo aunque le doliera con cada día que pasaba, con cada recuerdo que guardaba en su memoria y sobre todo en su corazón.

Más semanas fueron transcurriendo, agradeció que su madre regresara con su papá dejándola en paz, ya no la soportaba y más cuando lo único que hacía era reprocharle todo lo que había tratado de hacer, en como pudo haber puesto en peligro el bienestar de la empresa familiar y que era una suerte que Mark tuviera su merecido al final de todo. Su madre jamás había sabido el significado de empatia.

solo le recordaba a cada momento lo afortunada que había sido al ser perdonada por su esposo, en como Marco fue lo suficientemente indulgente para olvidar su dalta y querer seguir casada con ella, Megan no creía lo mismo, estaba en una cárcel, en un verdadero infierno y a nadie le parecía importar, ni siquiera a su propia madre.

La vida con Marco no había cambiado en absoluto, se la pasaban en total silencio durante la cena, no comentaban nada, no se preguntaban nada, prácticamente eran dos desconocidos que vivian juntos, es más, ni siquiera se atrevían atrevían mirarse a los ojos. Megan estaba sumergida en sus pensamientos mientras él se desesperaba un poco más cada día. Al contrario de ella, Marco si quería conversar, quería saber de su esposa, saber lo que pensaba, lo que sentia y quería, no quería ser mas duro, pero no sabia como acercarse a ella. Parecía que se encontraba con un muro enorme y frío. Por más que trataba de acercarsele no lograba nada, era muy orgullosa e incluso estaba casi seguro de que lo culpaba por la muerte de su amante. Y no estaba tan alejado de la realidad.

Ese día, mientras Megan estaba en su habitación, el azabache entró sin tocar, era su casa, así que pensó que no necesitaba permiso alguno para transitar por donde se le diera la regalada gana. Acto que enfureció a Megan y con mucha razón, no tenía derecho, lo tenía, por que era su casa, pero no con ella. Marco iba en plan neutral, realmente no había hecho eso pora molestarla o algo parecido, solo quería conversar después de mucho tiempo de no hacerlo, aunque ese día no estaba de humor para soportar sus desplantes. Estaba claro que una sola grosería de su parte haría que sacara lo peor de él y eso era un arma de doble filo.

—Ponte esto. —Colocó un hermoso vestido de color rojo sobre la cama—. Vendrán a cenar personas importantes y te quiero presentable—. dijo con simpleza.

Megan frunció el ceño y miró la prenda, era hermosa, tenía que admitirlo e incluso era de su talla, sin embargo, no dio a conocer sus pensamientos con ninguna reacción, no tenía por que darle el gisto. Sin importarle lo que dijera no lo aceptaría si ese vestido venía de él y mucho menos haría lo que le pedía. Estaba más que decidida.

—Ni creas que seré tu adorno personal, me niego a bajar a cenar para que tu te levantes el cuello diciendo que somos una pareja muy feliz e envidiable—. Se cruzó de brazos mirándolo retante.

Marco no quería perder la paciencia, se tocó el puente de la nariz tratando de calmar su humor, Dios sabía cuanto soportaba todo lo que Megan le decia, pero ese día no se sentía muy complaciente que digamos y con un movimiento rápido tomó a su esposa entre sus brazos, apretado un poco su cintura. Megan se quedó sin palabras ante el movimiento incluso dejó de respirar al sentirlo tan cerca a su esposo, a pesar de cuánto lo odiaba o decía hacerlo, ella no era ciega y a Marco le encantaba observar como su cuerpo reaccionaba a su cercanía, no le era indiferente después de todo y eso hizo que una sonrisa pequeña apareciera en sus labiso.

Marco era un hombre atractivo, claro estaba y muchas veces estando en esa misma posición, Megan se preguntó como seria sentir de nuevo esos labios sobre su cuerpo, sobre sus propios labios, aunque que se reprendiera enseguida, a penas fuera consciente de ello, se odiaba a sí misma cuando esos pensamientos invadieron su razón. No podía pensar en Marco como hombre, ni siquiera le agradaba, lo odiaba, se repetia a sí misma, creyendo que el encierro la estaba volviendo loca. Si eso era lo más sensato que podia pensar.

La veces en que Marco casi la tomó a la fuerza había sido una experiencia aterradora, se sintió tan bulnerable, pero en realidad no la recordaba así, era algo que la llegaba a confundir mucho. Por qué sus pensamientos eran muy diferentes a los que quería pensar. Su esposo la aprisiono más entre sus brazos y ella se obligó a desviar la mirada. Era demasiado, no podía seguir sintiéndose de esa manera cada vez que a Marco le diera la gana de ponerla en esa misma situación, no era su juego, no era su burla. Bastante tenía con lidiarlo cada día sin que lo quisiera, como para que también la obligara a ser cosas que no quería.

—Si quieres sentirte como un jodido objeto es tu problema. —Marco le dijo directo y sin rodeos. Incluso su cálido aliento la hacía estremecerse, tanto que se quedó callada—. Solo te recuerdo que eres mi esposa y si sabes lo que te conviene aceptaras.

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