


Capítulo 9
Marco no perdió el tiempo en titubeos, era su oportunidad, la primera vez que podia estar tan cerca de Megan como quería y muy suavemente acunó su rostro entre sus manos, sintiendo la aterciopelada piel de su esposa, acercando sus labios cuidadosamente a los de ella, sin dejar de mirarla ni por un segundo, le alegro ver que no dudo ni por un momento, su corazón empezó a latir más rápido de lo debido cuando un ligero cosquilleo se presentó en su estómago, sus labios se movieron sincronizados en un beso lento pero hambriento y si no fuera porque la señora Pride empezó a aplaudir de la emoción, el beso hubiera durado mucho más. Ambos de había perdido en la inmecidad del otro, era como si no existiera nadie más, solo ellos, como lo había dicho la aludida presente.
La rubia parpadeó un par de veces preguntándose que acaba de pasar y porque aquel beso le había dejado tan dulce sabor de boca. Se tocó el pecho al sentir su corazón palpitan tan rápidamente que podía jurar que en cualquier momento podría salirse, tenía que tranquilizarse, había sido un beso, sin importancia, solo para seguir en el papel de esposa que se había interpuesto.
—Es mejor que nos retiremos, ustedes deben tener mucho de que hablar —exclamó Pride de forma sugerente con una gran sonrisa y totalmente satisfecho, no tenía que decir a que se estaba refiriendo exactamente, por que solo le había bastando con ver el apasionado beso que se dieron para enteder que el y su esposa sobraban en ese momento—. , te espero mañana con los papeles para cerrar el trato, no puedo espera más para trabajar con los Sandoval.
—Nos vemos linda. —La señora Pride se despidió de Megan con una gran sonrisa y un beso en la mejilla—. Eres muy afortunada. —Le susurró sobre el oído.
Megan no dijo nada al respecto, y solo siguió sonriendo, aún estaba en shock por lo que acaba de hacer
—Arturo estará muy emocionado de tener un socio como usted. —Montalvo asintió satisfecho, se puso de pie y los acompaño a la salida después de despedirse con un apretón de manos, dejándolos a solas.
Entonces ahora no le costó trabajo entender lo que Marco había tratado de hacer. Lo cual era ayudar a su padre. No sabía como sentirse exactamente. ¿Agradecida? O ¿Molesta por no habérselo dicho antes?
—¿Por qué no me dijiste que esto le daría un contrato a la empresa de mi papá? ¿El señor Pride es un inversionista? —preguntó aturdida y lo miró directamente.
—Te lo dije, ¿qué no lo entendiste? Prime estaba buscando una compañía en donde invertir que mejor que en la de tu padre. —respondió encogiendose se hombros, se acercó a la mesa y tomó su copa bebiendo el último trago de ella, su mirada había regresado a ser la misma, tan perdida y triste que antes.
—Yo pensé algo diferente... —Marco había elegido perder un socio más para ayudar a la empresa de su padre. ¿Cómo podía llamarle a eso?
—Como fuera, ya está hecho. No cambia nada. — le dedico una últimas mirada, se dio media vuelta y empezó a subir las escaleras con lentitud. Ahora Megan comprendió sus palabras y se sintió una tonta. Marco se detuvo sobre los escalones mirándola desde allí al escucharla.
—Claro que lo haría, tal vez cambiaría la imagen que tengo de ti. —Silencio solo miradas entre ambos, no había mas—. Gracias por ayudar a mi padre. —dijo al final. No le gustaba ser amable con él, pero esta vez se lo merecía. ¿Cómo no serlo después de eso?
—Mi dinero no haría que la empresa de tu padre recupere el prestigio que perdió, los Pride son unos grandes inversionistas, a demás de tener muchas influencias, el problema con ellos es que siempre buscan algo a que apegarse, algo que los motivará a aceptar y que mejor que una pareja de recién casados que se aman tanto como nosotros. —exclamó irónico ya que ellos eran todo menos un matrimonio que se amara y eso era lo más triste y desesperate del mundo—. Por cierto, te felicito por tu gran actuación, casi me la creo yo también. —Marco entedia todo lo que había pasado, se obligó a sí misma a no hacerse falsas ilusiones, sabía cual era el lugar que ocupaba en el corazón de Megan. Ella no dijo nada porque no sabía que tanto de lo que hizo o dijo lo había actuado. Aún seguía en ese dilema.
Marco se dio media vuelta y siguio subiendo otro escalón antes de parar de nuevo cuando Megan lo interrumpió otra vez.
—Espero no malinterpretes nuestro beso. Yo solo quería terminar con esto y fue la única forma que encontré para qué... —Marco río con amargura y negó sin voltear, apreto el barandal de las escaleras, como lo había creído, ella solo estaba actuando. Megan se lo ponía tan difícil ¿cómo no amarla después del maravilloso beso que le había regalado? Joder.
No agrego nada más y simplemente siguió caminado hasta llegar a su habitación y encerrarse en ella.
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Al día siguiente todo era monótonamente normal, La rubia bajó a desayunar como cada mañana, con la diferencia de no encontrar a su esposo en el comedor lo cual era sumamente extraño, quería creer que no le interesaba saber donde, ni porque, no estaba ahí como siempre, pero le fue imposible. Algo en su mente no podía estar tranquila. Toda la noche no pudo dormir pensado en la cena y en las palabras dichas, ¿qué estaba pasado con ella? Se estaba volviendo loca. Picó su comida ansiosa hasta que vio a Yuri entrar al comedor.
—Disculpa, Yuri ¿Sabes donde se encuentra mi esposo? —La empleada le sonrió amablemente y asintió.
—El señor Montalvo se fue muy temprano al aeropuerto, hoy regresa su hermana del extranjero. —Megan parpadeo unas cuantas veces y le agradeció la información. ¿Hermana? Fue lo primero que se preguntó, ni siquiera sabía que tenía una, se supone que tendría que saberlo ¿no?
Se dispuso a seguir con lo suyo, subió a su recámara he hizo algunas cosas para pasar el rato esperando a que Marco llegara y le presentará a su hermana, necesitaba ocuparse en algo además de solo parecer un mueble en esa casa, ya se estaba cansado, la paciencia no era uno de sus virtudes y después de unas horas bajó de nueva hacia la sala encontrándose con Yuri de nuevo.
—¿No has sabido nada de Marco? —preguntó, Yuri le informó que tenía más de una hora que había llegado, Megan se descolocó al saber que su esposo ni siquiera se había dignado a presentarle a su hermana, estaba molesta, mucho al decir verdad.
—Perdón, el señor dijo que no lo molestara —se escudó Yuri. Pero Megan no le importó.
—¿Dónde esta? —Exigió seguía molesta.
—Se encuentra en su despacho, pero...
Megan no escuchó más y se dirigió hacia allá con paso firme, al entrar sin avisar se encontró a su esposo con una mujer sentada en su regazo mientras reían gustosos. Sus ojos chispearon, pues no creía que ella fuera su hermana cuando los veía muy acaramelados, entonces lo peor pasó por su mente.
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Sintió como su sangre hirvio en su interior al ver a esa mujer desconocida plácidamente sentada sobre el regazo de su esposo, esto era casi inaudito, no podía creer el descaro de Marco. Entró al lugar aparentando desde, ni siquiera sabía por qué se sentía celosa cuando ella no lo quería, pero no pudo detener la escena en su mente, una donde tomaba el cabello de zanahoria de esa tipa y la ponía en su lugar. Y es que a pesar de todo, no entendía como si quiera podía ser tan sin vergüenza.
Marco se puso de pie, alejando a Eliza de su regazo apenas vio a Megan entrar a su despacho con un pequeño surco en su frente, observándolos, sería.
—Megan. —Marco Sonrió. La azabache no demostró nada, aunque por dentro hubiera querido decirle muchas cosas que pensaba, tuvo que morderse la lengua para no hacerlo—. Pensé que estabas descansando —dijo mientras Eliza no se despegaba de su lado ni un centímetro y miraba a la rubia de forma curiosa. Megan miró a la aludida de arriba abajo de forma penetrante, la chica llevaba un vestido corto floreado que mantenía un escote lo suficiente prominente para dejar embobado a cualquier hombre, era como si hubiera usado esa prenda al propósito y como no, solo tenía que ver a Marco y la atención que percibía que le daba. No sabía quién era, pero tampoco le importaba saber. No en ese momento, Marco la decepcionaba cada vez que veía algo bueno en él, cada vez que pensaba que podía al menos tratar de convivir como dos personas civilizadas, siempre lo terminaba arruinaba con una u otra cosa. Por ejemplo lo que hacia ahora. ¿Cómo le decía que la amaba cuando claramente si lo hiciera no estaria con una mujer sobre su regaso? Alzó una ceja cuando puso atención a su esposo, él se vio algo inquieto, incluso nervioso. ¿A caso tenía algo que ocultar? No quería admitir que estaba enojada y no era por que se sintiera celosa, claro que no, en verdad quería creer en Marco, quería creer que era el hombre que decía ser, pero se daba cuenta que no era así.
—Eliza, ella es Megan Smith...
—Su esposa —la rubia agregó enseguida observando como se desformó el rostro de la chica al saber que su querido Marco ya no era tan libre como ella creía. Eliza trató de esconder su desilusión, Marco no le había dicho nada al respecto y no sabía como actuar, ahora entendía porque la mujer frente a ellos se veía un poco molesta, al final sonrió cuando se dio cuenta de un detalle, que Megan los hubiera visto como lo hizo solo haría que se molestaran entre si, no podían culparla, ella siempre había sido así con su conejito, si, para la pelinaranja Marco siempre sería su conegito y sonrió ampliamente cuando supuso que eso tampoco sería del agrado de Megan.
—¡Oh! ¿Te casaste, conejito? —dijo cabizbaja con un tono de voz particularmente chillon, el cual era muy desagradable para el los oídos. Se encontraba incrédula aún viéndolo con sus propios ojos lo que acaba de decir. Soltó un pucher y miró a Marc.
—¿No lo comente? —El azabache soltó con una risita nerviosa que a nadie le dio gracia y menos a su esposa, quien estaba esperando una maldita explicación, sabiendo que esta no llegaría por que jamás se la exigiría, no le daría el gusto—. Debí haberlo omitido.
—Como muchas cosas más —dijo Megan irónica y se cruzó de brazos viendo como Eliza no soltaba a su esposo aun sabiendo que era un hombre casado. Igual de descarada que el, no había duda que eran tal para cual, no conocían el significado de respeto. Sí que era una desvergonzada. Pero ¿que le importaba si Monatalvo tenía una amante? O dos, el podía hacer lo que
se le diera en gana, es más, si se olvidaba de una vez por todas de ella, podría obtener la oportunidad de que le diera el divorcio y así, por fin ser libre, el enojo no le había dejado ver la oportunidad que tendría si tan solo Marco se llegara a interesar en otra mujer, tenía que ver esas oportunidades y tomarlas—. Pero bueno, no se detengan por mí, continúen con lo suyo que yo me voy.