Capítulo 34: Sus labios en mi mente

Kara se movía de un lado a otro, inquieta, con latidos vehementes en el pecho que la mantenían ansiosa y le impedían conciliar el sueño.

—¡Tonto lycos! —profirió, frustrada—. Todo es tu culpa, por atrevido y sonsacador. —Soltó un resoplido—. ¡Ay, ya! ¡Necesito dormir! —gritó, y luego cerró los ojos...