Capítulo 1 Uno

Bicky

Es bochornoso, ya no aguanto más.

¿Cuántas veces he tenido orgasmos desde que somos novios? ¿Tres, cuatro? Y eso, lo aseguro, lo he logrado yo sola después de una sesión de sexo penosa, en el baño. Al principio pensé que era normal, tenía cero experiencia, y decidí dejárselo al tiempo, pero cuando escuchaba a mis amigas contar lo increíble que era, y describían esas sensaciones como algo fuera de este mundo, sentí mucha curiosidad. No esperé más, y busqué una consulta en línea con una sexóloga que me recomendó Sahara, la única amiga que me quedó de la universidad.

Ella me abrió los ojos, definitivamente teníamos un problema, y solo había una forma de resolverlo: juntos. Le platiqué a Ed sobre el tema, y al contrario de lo que esperé, me culpó de mis orgasmos ausentes. Según él, ya había estado con muchas mujeres antes y no había recibido críticas al respecto, sin embargo yo, que solo había compartido intimidad con él, no me concentraba lo suficiente y necesitaba relajarme.

Y sí, en aquel entonces, le creí.

Pero ya hace mucho tiempo de eso, lo suficiente para darme cuenta de que yo también merezco disfrutar de una cogida sin tener que intentar concentrarme a la fuerza.

Doblo la última prenda de ropa y la acomodo dentro de mi maleta roja, el vuelo sale a las diez pero son las seis treinta, tengo tiempo de sobra para tomar un baño y desayunar a gusto mientras espero a que Edward despierte. Llevo toda la noche preparando lo que le voy a decir y no lo que quiero decirle, porque ajá, me da pena explicarle lo que siento. A demás, por muchos adornos que le ponga, sé que terminará culpándome por nuestros problemas, y ya me cansé de eso.

Salgo de la habitación con el cabello mojado, sin hacer ruido, quiero desayunar mis tortitas con azúcar y una taza de chocolate sola, por primera vez desde hace casi cinco años. No sabía cuánto necesitaba esto.

—Hola, amiguitas, hoy estaremos a solas, nadie os va a criticar —le digo a mi platillo de mini tortas redondas y doradas, mientras espolvoreaba azúcar por encima—. Nunca, jamás, permitiré que vuelvan a decirme que hacer esto es ridículo.

Le doy una mordida a la primera y degusto el sabor con paz infinita. No había mañana que Ed no discutiera conmigo por causa de mis tortitas, siempre era algo distinto: que si la glucosa, que si lo perjudicial que era para la salud, que si era una combinación extraña, que era ridícula... En fin, no podía desayunar a gusto.

¿Por qué le debe importar lo que yo coma o no? Me da igual si su cena es un arándano con lechuga, realmente no me interesa. ¿Es tan difícil para él dejarme comer en paz, sin criticar cada maldita cosa? ¡Uf!

Termino contenta, pero con el estómago siendo torturado por los nervios. Cada escalón que subo solo me acerca a una batalla inevitable. Sé como reaccionará, intentará detenerme y suplicará que no me vaya. Pero esta vez no regresaré. Ya lo he decidido, la respuesta es no y nada lo cambiará.

Su cuerpo está tendido sobre nuestra cama, bueno, suya a partir de... —miro mi reloj de pulsera—, dos horas y quince minutos. Tiene el cabello alborotado, y toda su espalda destapada. La sábana solo cubre su culo. Imagino que durmió como un ángel luego del sexo de anoche, satisfecho, agotado... Yo, sin embargo, ni una cosa ni la otra. Como siempre: decepcionada.

En cuanto se durmió corrí al baño, saqué mi juguete del escondite y obtuve dos maravillosos orgasmos. ¡Entonces sí pude descansar un poco!

¿Cómo puede dormir tan tranquilo después de ver a su novia esforzarse en vano? Él sabe cuánto empeño le pongo cada vez que lo hacemos, y cuando pienso que hará algo por mí, simplemente se corre y cae tendido sobre el colchón. Y para colmo, como si no fuera suficiente humillación, se voltea y me da la espalda. ¡Menudo gilipollas vengo aguantando tantos años!

¡Oh, Bicky, ahora es que te das cuenta!?

—Nena... ¿qué haces ahí? —cuestiona somnoliento, no me puedo creer que estuve enamorada de un hombre que solo me dio los buenos días el primer mes de noviazgo. Luego de eso, se levantaba y me zarandeaba para que le preparara su desayuno. Caray, y yo pensaba que tenía una relación sana, menuda mierda.

—Tenemos que hablar —tajo, sin dar muchas vueltas, mientras más pronto mejor, ya no aguanto más esta vida.

Siguiente capítulo