Capítulo 36

Sus manos cálidas rodearon mi rostro con una delicadeza inesperada.

—No entiendes... No quiero lastimarte —murmuró, con la voz rota—. Soy un monstruo... hasta tú me tienes miedo. Mira como tiemblan tus manos.

Sus lágrimas no paraban. Con suavidad, puse mis manos sobre sus mejillas y con la yema de...