Capítulo 20

ANGEL SINCLAIR.

Al día siguiente, me despierto con Margareth tocando a la puerta de mi habitación. ¡Por el amor de Dios! ¿Ni siquiera puedo dormir en paz? Me doy la vuelta en la cama y me quito el antifaz de los ojos, mirando fijamente hacia la puerta.

—Hola, Margareth —digo con voz somnolienta.

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