Capítulo 1 Preámbulo

Preámbulo

Febrero, año 2019

Hoy era un día rutinario como cualquier otro. Al tener un alto cargo como el mío, a veces todo llega a ser muy rutinario y aburridor, aunque realmente siempre me siento de esta manera, no le hallo sentido a nada en mi vida desde hace… dios, tantos años. Así que cuando escuché el sonido de la puerta de mi oficina al abrirse, ni siquiera me inmuté en mirar quién estaba entrando, todo me daba igual, así que solo me centré en la llamada que atendía con uno de los inversionistas hasta que… la vi, la vi, la vi.

¡Por dios! ¡esto tenía que ser un sueño! ¡no podía ser ella! ¡no podía! ¡era imposible ver a esa chica!

Esa misma que lo fue todo para mí, ella con quién de adolescentes cometimos errores, en medio de tanto amor nos descuidamos y producto de ello, tuvimos a nuestros mellizos, pero, pero… yo te vi morir, 19 años atrás fui yo quién te encontré allí tirada, tan expuesta y vulnerable, fuiste ultrajada de la peor manera y esa sola imagen, el ver al amor de mi existencia sin vida, es algo que me ha atormentado por muchos años, pero es que incluso hoy a mis 36, el recuerdo aún está latente y quema, quema muchísimo y por eso… no tenía sentido, el verte ahora, aquí de pie, en mi oficina, luciendo de la misma manera que la última vez que te vi… es decir, aún en tu adolescencia, tú mismo rostro, tu piel blanca y pura, tu pelo negro, tus labios rosados y ese olor… dios, tu olor, mi hermosa.

¡Maldición! ¿será que esto será un cruel sueño? ¿despertaré y no te volveré a ver, Helena?

Entonces en medio del pánico de despertar y no volverla a ver quizá jamás en toda mi vida, rompí a llorar de forma absurda y la besé, la besé porque necesitaba hacerlo, porque si no besaba a Helena en ese momento, moriría, pero de inmediato, esa chica en medio del pánico al ver que una persona que no conocía la estaba besando, me apartó de ella y quiso huir, haciendo un desastre en el lugar, llegando a aventarme incluso cosas y fue cuando reaccioné, en que quizá, esto había sido una broma cruel del destino.

Que una chica con la apariencia exacta, es que incluso en su tono de voz, aparezca en mi puerta, pero no, no seas ella. No lo eras, tu no eras mi Helena, ese amor tan intenso que sé que nunca más volveré a vivir y no sabía que carajos hacer ahora.

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