


Perdida
Justo en el momento en el que el sol comenzaba a ocultarse entre las montañas que rodeaban al pueblo a la distancia, logramos llegar a la cima.
Sentía mi corazón acelerado en lo alto por la falta de oxígeno, y este último se descontroló en mi interior aún más cuando Jack, feliz como nunca antes, pegó un grito de victoria que resonó por todo el cielo.
Sonreí sin poderlo evitar, sus locuras comenzaban a gustarme más de lo que podría imaginar, su forma de ser, y su actitud tan brillante, no era tan mala después de todo.
—Grita —me pidió entre risas, entrelazando mis dedos en los suyos, a pesar de todo el largo camino, no habíamos logrado separar nuestras manos—. ¡Grita todo lo que quieras, para que me dejes dormir hoy!
—¡Cállate! —gruñí entre carcajadas.
—¡Vamos, Lucy!
Tomé un largo trago de aire, el sudor frío corría por mi espalda, y entonces, aquel dolor que cargaba en mi interior desde hacía tanto tiempo, salió al exterior en un berrido que el chico a mi lado respondió, al mismo tiempo que el eco.
No recuerdo cuanto tiempo gritamos a la nada, pero fue la mejor experiencia del mundo, tenerlo a mi lado, sentir su calor y su ánimo, junto con el atardecer, uno que se quedaría por siempre grabado en mi cabeza.
Jack se quitó aquella bufanda de colores que llevaba amarrada en su muñeca y la anudó a la rama del árbol más cercano, indicando que habíamos estado allí, primero que muchos del pueblo Ellijay.
—Deberíamos regresar a casa. —comenté con una tierna sonrisa.
—Es muy tarde, vamos a buscar un lugar para armar la carpa y poder dormir —susurró Jack, fresco como una lechuga con su descabellada idea.
—¿Te enloqueciste? —chillé, perdiendo todo el color en el rostro—. ¡¿No leíste en internet que la gente muere aquí?!
—Desaparece —me corrigió, poniendo sus ojos en blanco ante mi resistencia—. Y sí lo leí, pero esas son mentiras.
—¡¿Y tú qué sabes?!
—Lo suficiente. Hazme caso, vamos a buscar un lugar para dormir.
—¡Estás demente!
—Te prometí que no morirías conmigo hoy, y así será. Ahora relájate, Lucy.
Comenzó a caminar, dejándome furiosa en toda la cima, no quería poner un pie en medio de esa espesa oscuridad que se había apoderado de la montaña, pero tuve que hacerlo cuando Jack desapareció por completo de mi visión.
Transitaba temerosa, ya que no vislumbraba absolutamente nada más que negrura, él tenía la linterna, y ni corto ni perezoso, me había abandonado sin la más mínima preocupación por ello, era un idiota.
Hiperventilé, mientras escuchaba a mi alrededor voces y risas que en definitiva no eran de Jack, estaba alarmada, no sabía qué hacer para salvarme de aquella tortura.
Gritaba su nombre, rasgando mi garganta en busca de ayuda, mientras corría desesperada por una salida. Hasta que me tropecé con lo que parecía una rama muy gruesa en el suelo, la cual me obligó a caer de bruces en medio de la penumbra.
—¡Jack! —grité, pero no hubo respuesta alguna.
Esperé lo que para mí fue una eternidad entre gruesas lágrimas, mientras los ruidos se hacían más fuertes a mí alrededor, las ramas se agitaban con el viento, acompañando su movimiento con las risas escandalosas a la distancia y aquellas voces que de a poco se convertían en una sola, en su maldita voz.
Sentí un punzante dolor en mi pierna, pero ni me molesté en mirar si me había hecho daño en la caída o no.
Quería con desespero protegerme por mi cuenta, ya que solo tenía miedo de él y Jack no estaba para salvarme de esa pesadilla. Así que me hice una bola, abrazando mi cuerpo con mis manos temblorosas, como si hacerlo me fuese a servir de algo.