Capítulo veinticinco: Un fracaso absoluto

—Aya. Toma asiento—. El humor del duque Marseir no era agradable. No mostraba esa sonrisa fingida que usaba ante todos sus invitados nobles, ni la sonrisa genuina que reservaba para su verdadera hija. Sus ojos oscuros eran fríos y juzgadores mientras hacía una lenta evaluación de su arma entrenada d...

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