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Seguimos hasta que ambos estamos enredados y ninguno de los dos puede tocar el maldito spinner.

—Rojo —dice él, y yo me relamo los labios, mirando estratégicamente a mi alrededor.

—Mano derecha —añado, y Tristan lucha por hacerlo funcionar. Parecemos estar haciendo yoga avanzado en este punto.

—A...

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