291

Afortunadamente, no veo a William Vanderbilt por ningún lado.

—No está aquí —dice Tristan, suspirando aliviado—. Gracias a Dios por eso.

—¿No hay ni una pequeña parte de ti que quiera que esté aquí? —pregunto, y Tristan me mira con una expresión severa, como si nunca hubiera estado más serio en to...

Inicia sesión y continúa leyendo