Capítulo 1: el eco de un rechazo

La luna llena se alzaba sobre la mansión Blackwood, una perla de mármol y cristal que brillaba bajo su luz plateada, desafiando la oscuridad del bosque que la rodeaba. Yo estaba en el balcón de la habitación de servicio, aferrada a una escoba con más fuerza de la necesaria, mientras observaba la fiesta que se celebraba en los jardines. La risa de la gente flotaba en el aire, mezclada con la música de una orquesta en vivo, pero para mí, todo sonaba como un eco lejano, una burla que me recordaba mi lugar en este mundo y en esta casa.

Soy Lyra, una simple criada. O, como la mayoría de los Blackwood prefieren llamarme, la omega sin manada. No tengo un aroma que me vincule a un linaje, ni el respeto de nadie. Simplemente existo, sirviendo a la familia del Alpha más poderoso de la costa este, el mismo hombre que me rechazó hace cinco años, en la noche en que cumplí dieciocho.

Aquel fue el día en que mi corazón se rompió por primera vez. Y la única vez que vi a Damon Blackwood mirarme con algo parecido a la vulnerabilidad. O eso creí.

—Te ves como un fantasma, Lyra —dijo una voz a mis espaldas, haciéndome dar un respingo. Era Chloe, mi única amiga en este infierno.

—No me asustes así, Chloe —dije, tratando de ocultar el temblor en mi voz.

—Lo siento. Pero en serio, ¿qué haces aquí, mirando por la ventana como si fueras la Bella Durmiente? Deberías estar abajo, bebiendo champán y ligando con alguno de los guardias.

—Sabes que no me permiten ir a esas fiestas, Chloe. El Alpha lo dejó muy claro.

—Pero no es justo, Lyra. Eres una Blackwood. Tu padre era…

—Mi padre está muerto —la interrumpí, cortante—. Y no era más que un guardia, no un Blackwood de sangre. Yo soy un error, un recordatorio de un pasado que el Alpha quiere borrar.

Chloe suspiró, su rostro reflejado en el cristal de la ventana.

—Ya veo que no te haré entrar en razón. ¿Al menos vas a comer algo? Pasaste todo el día limpiando la sala principal para la fiesta.

—Ya me alimentaré después. Tengo que terminar de limpiar esta habitación antes de que amanezca. El Alpha estará aquí pronto y no quiero darle una razón para despedirme.

—Te despedirá cuando se le antoje, Lyra. Nunca fuiste más que un capricho para él, y ahora eres un estorbo.

Las palabras de Chloe eran duras, pero sinceras. Damon Blackwood era un hombre sin corazón, un Alpha que había construido su imperio con puño de hierro y una mirada que podía congelar el alma. Después de rechazarme, se había convertido en mi tormento personal. Me hacía la vida imposible, me humillaba delante de los demás y se aseguraba de que nunca olvidara mi lugar.

Pero lo peor era que, a pesar de todo, mi lobo interior seguía anhelándolo.

La luna llena era un catalizador para este tormento. Mi cuerpo anhelaba su cercanía, mi corazón se aceleraba cada vez que lo veía, y mi mente no podía dejar de pensar en lo que habría pasado si él no me hubiera rechazado. Pero no podía ceder ante esta debilidad. Tenía que mantenerme fuerte, por mi padre y por mí misma.

—Será mejor que te vayas, Chloe. El Alpha no debe verte aquí.

—Claro. Pero si cambias de opinión, ya sabes dónde encontrarme.

Chloe se alejó, dejándome sola con mis pensamientos. Regresé a la ventana, observando a Damon Blackwood en el centro de la fiesta. Llevaba un traje de esmoquin de un negro impecable, que acentuaba sus hombros anchos y su pecho musculoso. Su cabello, oscuro como la noche, brillaba con la luz de las antorchas, y su mandíbula, fuerte y cincelada, lo hacía parecer un dios griego. Pero no era un dios. Era un demonio.

De repente, levantó la cabeza y sus ojos, de un azul eléctrico que contrastaba con la oscuridad de la noche, se encontraron con los míos. Mi corazón dio un vuelco, y un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Sentí una conexión instantánea, una corriente eléctrica que me unió a él a pesar de la distancia y el dolor. Era la marca de la unión, el vínculo que mi lobo había reconocido en el suyo. Un vínculo que él había rechazado.

Damon no mostró ninguna emoción en su rostro. Solo me observó, como si yo fuera un insecto que se había colado en su jardín. Su mirada era fría, calculadora y llena de un desprecio que me hacía sentir insignificante. Me sentí vulnerable, expuesta, como si él pudiera ver mi alma y saber lo que estaba sintiendo.

Rápidamente, me alejé de la ventana, como si la hubiera quemado. Mi respiración era errática, mi corazón latía con fuerza en mi pecho y mis manos temblaban. Me senté en el suelo, tratando de calmarme. No podía permitir que me afectara así. Ya no.

Pero era inútil. Damon Blackwood tenía un poder sobre mí que no podía controlar. Y lo peor era que él lo sabía.

De repente, la puerta se abrió de golpe, y una figura se paró en el umbral. Levanté la mirada, y mi corazón se detuvo. Era él. Damon. Estaba de pie, observándome con la misma mirada fría que me había dedicado desde el jardín.

—Lyra —dijo, su voz profunda y ronca, haciendo eco en la habitación vacía.

Me puse de pie de un salto, mi escoba cayendo al suelo con un ruido sordo.

—Alpha —murmuré, mi voz apenas un susurro.

—¿Qué haces aquí, Lyra? Deberías estar trabajando. ¿Acaso crees que te pago para que te sientes en el suelo a llorar?

—No estaba llorando —mentí, sintiendo un nudo en la garganta.

—No me mientas. Puedo oler la tristeza en ti. Es un aroma repugnante, Lyra.

Sus palabras eran como dagas, cada una más afilada que la anterior. Me obligué a levantar la cabeza y mirarlo a los ojos.

—Con todo respeto, Alpha, no es de su incumbencia. Yo... solo me tomaba un descanso.

Damon soltó una carcajada seca, sin rastro de humor. Se acercó a mí, sus pasos lentos y seguros. Me sentí como una presa acorralada.

—¿Un descanso? En esta habitación, Lyra. ¿En la habitación de mi hermana, donde estás prohibida?

Mi corazón se aceleró. La hermana de Damon, la Luna de la manada, odiaba que yo estuviera cerca de sus cosas. Siempre me acusaba de robarle o de arruinar sus vestidos.

—No sabía que la habitación estaba prohibida, Alpha. Solo...

—No te hagas la inocente, Lyra. Sabes perfectamente bien por qué estás aquí. Solo quieres verme, ¿verdad? Me miras como si te perteneciera.

Sus palabras me helaron la sangre. Se acercó más, invadiendo mi espacio personal. Su aroma a menta y pino llenó mis fosas nasales, y mi lobo interior aulló de alegría.

—No es verdad —dije, tratando de sonar convincente—. Solo... estaba haciendo mi trabajo.

Damon se inclinó, su rostro a centímetros del mío. Pude sentir el calor que emanaba de su cuerpo, y el pulso en mi cuello se aceleró.

—No me mientas, Lyra. ¿Por qué no me dices la verdad? ¿Por qué no admites que no puedes dejar de desearme, a pesar de que te rechacé?

La pregunta me tomó por sorpresa. Me quedé sin palabras, incapaz de responder. Él tenía razón. Lo deseaba. Lo deseaba con todo mi ser, a pesar de que me había roto el corazón.

Damon me observó, sus ojos azules fijos en los míos. El desprecio en su mirada se había intensificado, y en sus ojos vi un fuego que me asustó.

—No te confundas, Lyra. No me importas. Eres solo un recordatorio de un error. Un error que voy a corregir.

Sus palabras me golpearon como un puñetazo en el estómago. ¿Qué quería decir? ¿Qué iba a hacer?

Damon se alejó, dejándome sola con mis pensamientos y mi corazón roto. La tensión en la habitación era insoportable. Él se dirigió hacia la puerta, pero antes de salir, se detuvo y se giró hacia mí.

—Mañana te casarás —dijo con voz autoritaria—. Con el Alpha de la manada del sur. Así, finalmente, te irás de mi vida.

¿Por qué Damon Blackwood le impone un matrimonio arreglado a Lyra? ¿Es solo para deshacerse de ella, o hay algo más detrás de su decisión? Y lo más importante, ¿cómo reaccionará Lyra a esta noticia que cambiará su vida para siempre?

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