Capítulo 2: el precio de la libertad

Las palabras de Damon cayeron sobre mí como una losa de hielo, y el aire en mis pulmones se congeló. Mañana. Me casaría mañana. El Alpha de la manada del sur. No sabía su nombre, no sabía nada de él, y de repente, mi futuro estaba sellado, trazado por la mano del hombre que me había destrozado.

—¿De qué está hablando? —logré balbucear, mi voz un hilo tembloroso—. No puede hacer esto.

Damon soltó una risa sin humor, y sus ojos se posaron en mí con una frialdad que me hizo temblar.

—Puedo hacer lo que quiera, Lyra. Soy el Alpha. Y eres mi responsabilidad.

—Soy la hija de un guardia, no tengo valor para usted. No hay razón para casarme con un Alpha tan importante.

—Hay una razón, y tú la conoces. Tu aroma. Tu linaje. Eres un enigma, y eso me incomoda. No puedo permitir que una omega sin manada, sin un futuro claro, se quede en mi territorio. La manada del sur está buscando una Luna. El Alpha, Ethan King, tiene problemas con su linaje. Su sangre no se ha mezclado correctamente. Necesita una omega pura, sin lazos con una manada. Necesita una omega como tú.

Mi corazón se hundió. Yo no era un enigma para él. Yo era la solución a su problema. Quería deshacerse de mí, y lo haría usándome como un simple objeto, como una moneda de cambio.

—No soy una propiedad que puede regalar —dije, mi voz cada vez más fuerte—. Tengo mis propias decisiones, mis propios sueños.

—Tus sueños no tienen valor, Lyra. Mañana, al amanecer, vendrá a buscarte. Arréglate.

Y sin decir una palabra más, se marchó, dejándome sola con la escoba en el suelo y mis esperanzas en pedazos. Me quedé allí, en la oscuridad, con el eco de sus palabras resonando en mis oídos. El Alpha de la manada del sur. Ethan King. Ni siquiera sabía qué aspecto tenía, ni si sería un monstruo como Damon. Pero una cosa era segura: no era mi mate.

Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, pero no eran lágrimas de tristeza, sino de furia. Furia hacia Damon, hacia mí misma por haberme permitido sentir algo por él, y hacia este mundo que me había quitado todo lo que amaba. Mi padre. Mi vida. Y ahora, mi libertad.

Pasé la noche en vela, empacando mis pocas pertenencias en una pequeña maleta. No tenía mucho, solo algunos vestidos viejos, un par de libros y un pequeño medallón que mi padre me había dado antes de morir. Todo lo demás, mis sueños, mis esperanzas, mi corazón, había sido arrebatado por Damon Blackwood.

El amanecer llegó demasiado pronto. El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte, tiñendo el cielo de un rosa anaranjado, cuando escuché un golpe en la puerta. Me sequé las lágrimas y abrí, y mi corazón se detuvo.

No era Damon. Era un hombre alto, con el cabello rubio ceniza y los ojos de un verde brillante, como la hierba en primavera. Su mandíbula era fuerte, pero no tan cincelada como la de Damon. Vestía un traje de un gris impecable, y su postura era erguida y segura, como la de un líder.

—Lyra Blackwood —dijo, su voz suave y melódica, haciendo un marcado contraste con la de Damon.

—Soy Lyra —respondí, mi voz temblorosa.

—Soy Ethan King —dijo, y me ofreció la mano—. Un placer, futura Luna.

Me quedé helada. ¿Futura Luna? El Alpha de la manada del sur me miraba con una sonrisa amable, y me sentí confundida. Esperaba un monstruo, un hombre cruel y arrogante como Damon, pero Ethan era... diferente.

—¿No eres un Alpha? —pregunté, sin pensar.

—Soy un Alpha. Y un hombre de honor. Mi padre y el tuyo eran grandes amigos.

—¿Conocía a mi padre? —dije, sintiendo una punzada de dolor.

—Sí. Y él siempre me hablaba de ti. Decía que eras la chica más valiente y bondadosa que había conocido.

Las lágrimas volvieron a mis ojos, pero esta vez, eran de gratitud. El padre de Ethan conocía a mi padre. Mi padre me había defendido.

—Él no... —comencé, pero me detuve.

—No te preocupes. Sé por qué estás aquí. No puedo prometerte nada, Lyra. Pero te prometo que te trataré con respeto. Y que te protegeré.

Sus palabras eran tan sinceras que me sentí abrumada. Damon me había entregado como un objeto, pero Ethan me trataba como a una persona. Como a su futura Luna.

—¿Por qué me ayuda? —pregunté.

—No te estoy ayudando. Me estoy ayudando a mí mismo. Mi manada me presiona para que encuentre una compañera. Y la manada de Damon me presiona para que acepte su trato.

—Así que esto es un simple... trato —dije, sintiendo un nudo en mi estómago.

—Un trato. Pero uno que puede beneficiarnos a ambos. Yo consigo a una Luna, y tú... te libras de Damon Blackwood.

Me quedé en silencio, procesando sus palabras. El Alpha de la manada del sur era un hombre de negocios, un hombre que no se andaba con rodeos. Pero al menos, era honesto.

—¿Puedo hacerle una pregunta? —pregunté.

—Claro.

—¿Qué tiene en su contra mi linaje?

Ethan me miró, y su sonrisa desapareció.

—Nada. Tu linaje es puro. Es precisamente lo que necesito para que mi manada prospere. Y para que mi sangre no se diluya.

—Entonces... ¿por qué Damon me rechazó? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

Ethan se quedó en silencio, y por primera vez, me miró a los ojos con tristeza.

—No sé la respuesta a eso. Damon es un hombre complicado. Pero... te prometo que te protegeré de él. Y que nunca te haré daño.

Sus palabras me llenaron de una sensación de paz que no había sentido en mucho tiempo. Había pasado tanto tiempo lidiando con el rechazo y la crueldad de Damon que me había olvidado de cómo se sentía que alguien me tratara con amabilidad.

Me di la vuelta y tomé mi maleta. Estaba lista. Lista para dejar atrás a Damon y todo el dolor que me había causado.

—Estoy lista —dije, mi voz firme.

Ethan me sonrió de nuevo, y me ofreció su brazo.

—Vamos, futura Luna. Te llevaré a casa.

Caminamos por los jardines de la mansión, y a lo lejos, pude ver a Damon Blackwood. Estaba en la terraza, observándonos. Sus ojos azules estaban fijos en mí, y su rostro estaba tan inexpresivo como siempre. Pero esta vez, no me importaba. Esta vez, era libre.

Subimos a un coche negro, y a medida que el vehículo se alejaba, miré por última vez la mansión Blackwood, la jaula en la que había vivido durante cinco años. Y me prometí a mí misma que nunca volvería.

Cuando llegamos a la manada del sur, me quedé sin aliento. El lugar era un paraíso, con árboles altos y un río cristalino que serpenteaba por el bosque. Los lobos de la manada se veían felices, sonriendo y riendo. Y el aroma del lugar, una mezcla de tierra, lluvia y flores, me hacía sentir como en casa.

—Bienvenida a casa, Lyra —dijo Ethan.

Me sonrió, y por un segundo, vi algo en sus ojos que me hizo sentir una punzada de miedo. Era un brillo de posesión, una mirada que me recordó a Damon.

—Gracias, Alpha —dije.

—Llámame Ethan —dijo, y me guió hacia la casa principal.

La casa era hermosa, con grandes ventanales y una chimenea que llenaba la sala de un calor reconfortante. Ethan me mostró mi habitación, y me sorprendí al ver que era tan grande como la de su hermana en la mansión Blackwood.

—Espero que te sientas cómoda —dijo Ethan, y se marchó, dejándome sola con mis pensamientos.

Desempaqué mis cosas y me di una ducha caliente. Me sentí renovada, como si la suciedad de la mansión Blackwood se hubiera desprendido de mi piel. Me puse mi vestido favorito, un vestido de lino blanco, y me miré en el espejo. Era la primera vez en años que me sentía... hermosa.

Ethan me estaba esperando en la sala de estar, y me guió hacia una cena suntuosa. Comimos en silencio, y me sentí cada vez más cómoda con él. Había algo en su amabilidad que me hacía sentir segura.

—Damon es un tonto por haberte rechazado —dijo Ethan, de repente.

—¿Por qué dice eso? —pregunté.

—Porque eres perfecta, Lyra. Y porque eres mía.

Me quedé helada. ¿Mía? ¿Qué quería decir? Ethan se levantó de la mesa, y me miró con una sonrisa depredadora. Mi corazón se aceleró, y el miedo regresó a mi estómago.

—¿No te lo dijo Damon? —dijo, su voz llena de un escalofriante tono burlón—. Este matrimonio no es solo por el bien de mi manada. Es para que tú y yo tengamos cachorros. Tu sangre es pura, Lyra. Y la necesito.

¿Qué oscuro secreto esconde Ethan King detrás de su amabilidad? ¿Y qué hará Lyra al descubrir que su libertad tiene un precio, un precio que no está dispuesta a pagar?

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