Capítulo 3: la jaula dorada
El pulso me latía en las sienes, un tambor sordo que resonaba con el eco de sus últimas palabras. "Tu sangre es pura, Lyra. Y la necesito". El amable y honorable Ethan King se había desvanecido, reemplazado por un extraño con la mirada de un depredador. La misma mirada que yo conocía tan bien. Damon Blackwood y Ethan King. Dos caras de la misma moneda. Ambos me veían como un objeto, un medio para un fin.
—¿De qué está hablando? —logré decir, mi voz apenas audible. Mi corazón, que segundos antes se sentía en paz, ahora se estrellaba contra mis costillas.
Ethan se inclinó sobre la mesa, su sonrisa se volvió una mueca cruel que no llegué a ver en la entrada de la manada.
—No te hagas la tonta, Lyra. Damon te entregó por una razón. Mi sangre se está diluyendo, mi manada se debilita. Necesito herederos puros. Hijos que lleven la fuerza de los lobos ancestrales. Mi padre, en su momento, me habló de una omega única, sin lazos de sangre que la contaminaran. Hablaba de la hija de un guardia. Tu padre.
Mi cuerpo se tensó. Esto no era un matrimonio. Era una transacción. Un acuerdo comercial para garantizar la supervivencia de su estirpe. Y yo era la mercancía.
—No soy una perra de cría —solté, mi voz se endureció, reflejando el muro que levantaba a mi alrededor—. No voy a tener hijos con usted.
La risa de Ethan llenó el comedor, fría y hueca. Era una risa que helaba la sangre.
—No tienes elección. El trato está hecho. Damon me dio la Luna que necesitaba para mi manada. Y tú te libraste de él. ¿Qué más puedes pedir?
—Libertad —respondí, mirándolo fijamente a los ojos. Había un fuego ardiendo en mí. Un fuego de rabia que no conocía desde que Damon me rechazó. El mismo que me hacía sentir viva a pesar del miedo.
—La libertad es un lujo que no puedes permitirte, Lyra. No en mi manada. Aquí tendrás todo lo que necesitas: comida, un hogar, seguridad. Y a cambio... me darás lo que necesito.
—Nunca. Si cree que me va a obligar, está muy equivocado.
Ethan se puso de pie y caminó lentamente a mi alrededor, como un lobo que acecha a su presa. Su aroma a pino y tierra, que antes me había parecido tan reconfortante, ahora me parecía asfixiante.
—No te voy a obligar, Lyra. No soy un monstruo como Damon. Eres una mujer, sé que te haré ceder. Tarde o temprano, querrás tener una familia, un hogar. Y yo seré tu única opción. Pero si no lo quieres, serás la Luna de mi manada, pero te advierto, serás una Luna sin el respeto de nadie. Una Luna sin lazos de sangre. Serás la reina de nada. Y no te daré los recursos que necesitas.
Las palabras de Ethan eran un golpe bajo. Había dado por sentado que tendría que vivir con él, pero no había pensado en las implicaciones de su propuesta. Si me negaba a tener hijos, viviría en una manada que me despreciaría y un Alpha que me castigaría por su resentimiento. No importaba si me quedaba o me iba, nunca sería libre.
—¿Y si me escapo? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
—No lo harás. No tienes a dónde ir. Y si lo haces, te prometo que te encontraré, Lyra. Y no me gustará lo que tendré que hacerte. Te haré pagar por tu insolencia, Lyra, y por tu rebeldía.
Me quedé en silencio, sintiendo el peso de mis decisiones. Había escapado de la jaula de Damon, para entrar en la de Ethan. Una jaula de oro, pero una jaula al fin y al cabo. Y, a diferencia de Damon, Ethan no estaba atormentado por su culpa. Él simplemente me veía como una propiedad.
—Ahora, vamos a cenar —dijo, su voz volviendo a su tono suave y melódico—. Mañana tendremos mucho trabajo. Te presentaré a la manada. Y luego, nos casaremos.
Me obligué a levantarme de la silla y caminar hacia la sala de estar. Me sentí como un robot, mi cuerpo moviéndose por sí solo. Ethan me sonrió de nuevo, y me senté en el sofá, fingiendo que no había pasado nada.
Pasé la noche en mi habitación, incapaz de conciliar el sueño. La puerta estaba cerrada con llave. Ethan no era un hombre tonto. Sabía que intentaría escapar. Sabía que mi plan era más que simple. Él esperaba que mi primer instinto fuera huir.
Me acerqué a la ventana y miré a la manada. Los lobos se veían felices, con sus familias unidas y sus cachorros jugando en el césped. Sentí una punzada de dolor en mi pecho. Había soñado con tener un futuro así. Un hogar. Una familia. Pero mi sueño había sido destrozado por dos hombres que solo veían mi valor en mi sangre.
Me miré en el espejo, y mi reflejo me devolvió la mirada. Lyra, la omega sin manada. La chica que había sido rechazada por su mate. La chica que ahora era una pieza de ajedrez en un juego de poder.
Pero no. Me negué a ser una pieza. Me negué a ser un peón.
Al día siguiente, me desperté con el sonido de la manada. Me di un baño, me vestí con mi vestido de lino blanco y me miré en el espejo. Esta vez, mi reflejo me devolvió una mirada de determinación. No iba a dejar que me rompieran.
Bajé a desayunar, y Ethan me esperaba en la mesa. Me sirvió una taza de café y me miró con una sonrisa amable, como si nada hubiera pasado anoche.
—Buenos días, futura Luna —dijo, su voz llena de un escalofriante tono de normalidad.
—Buenos días, Alpha —respondí, mi voz firme.
Comimos en silencio, y luego, Ethan me guió hacia la plaza de la manada. El lugar estaba lleno de lobos. Todos me miraban con curiosidad, con una mezcla de respeto y recelo.
—¡Bienvenidos, lobos de la manada del sur! —dijo Ethan, su voz fuerte y poderosa.
—¡Ethan! —gritaron todos.
Ethan me puso a su lado, y me miró con una sonrisa triunfante.
—Hoy, les presento a su futura Luna. Lyra. Ella será mi compañera y la madre de mis hijos. Ella nos dará los herederos que necesitamos para que nuestra manada prospere.
Los lobos aullaron de alegría, y sus rostros se llenaron de alivio. Me sentí como si estuviera en un teatro, interpretando un papel. Y odié cada segundo.
De repente, un olor familiar invadió mis fosas nasales. Un aroma a menta y pino, un aroma que me hacía sentir segura y aterrorizada al mismo tiempo. Mi corazón se detuvo. Mi mirada se encontró con la suya.
Él estaba allí, de pie en la entrada de la manada del sur. Su mirada azul eléctrica era fría como el hielo, y su rostro era inexpresivo. Pero en sus ojos, vi algo que me hizo temblar. Algo que no había visto en mucho tiempo.
Él había venido por mí.
¿Qué hace Damon Blackwood en la manada del sur, el territorio de Ethan King? ¿Vino a reclamar a Lyra, o hay algo más oscuro detrás de su visita? Y lo más importante, ¿qué pasará ahora que los dos Alphas se enfrentan por la omega que ambos reclaman como suya?


































