Capitulo 4: el reclamo de los alohas

El murmullo de la manada se extinguió en un silencio abrupto. Todos los ojos, que un momento antes me miraban con recelo y curiosidad, se volvieron hacia la figura imponente que se alzaba en la entrada de la plaza. Damon Blackwood. Estaba de pie con una calma gélida, con el traje de esmoquin de la noche anterior todavía impecable y su cabello, oscuro como el ébano, moviéndose con la brisa. Su simple presencia irradiaba un poder tan inmenso que hizo que mi corazón latiera en un ritmo irregular.

Mi lobo interior, que había estado dormido durante años, se revolvió con un dolor familiar, un aullido de reconocimiento y anhelo. Me sentí traicionada por mi propio ser, pero no pude evitarlo. Era mi mate. El hombre que me había roto y me había condenado. Y ahora, estaba aquí.

Ethan, a mi lado, soltó un gruñido bajo. La sonrisa amable que había tenido para su manada se había borrado, reemplazada por una mueca de desafío. Su mano se cerró sobre mi brazo, un gesto de posesión que no pasó desapercibido para nadie. Su apretón era un recordatorio silencioso: yo era suya.

—Blackwood —dijo Ethan, su voz tensa, llena de advertencia.

—King —respondió Damon, con un tono tan frío que podría congelar el aire. No se movió. Solo me miró. Y en su mirada, que antes solo mostraba desprecio, vi algo nuevo. Algo que me hizo sentir aún más vulnerable. Era un fuego silencioso, una furia reprimida.

—Supongo que vienes a despedirte de la omega que cediste —Ethan se burló, apretando más mi brazo. El dolor era insoportable.

Damon finalmente movió un pie, dando un paso lento hacia nosotros. Era como un depredador que se acercaba a su presa.

—Vine a recoger algo que me pertenece —dijo. Su voz era un susurro ronco que, aun así, se escuchó en todo el silencio de la plaza. Los miembros de la manada, al escuchar sus palabras, retrocedieron, el miedo en sus ojos.

—La entregaste —respondió Ethan, su voz cada vez más alta, llenándose de la ira de un Alpha que se siente desafiado—. El trato fue claro. Ella es la futura Luna de mi manada.

—El trato fue que te libraría de ella —corrigió Damon, su mirada ni por un segundo se apartó de mí—. Pero no le transferí el título de propiedad. Y el linaje de Lyra no está sujeto a los caprichos de un Alpha.

Mi cabeza daba vueltas. ¿El título de propiedad? ¿Un Alpha podía tener un título de propiedad sobre una omega? Y, lo más importante, ¿qué significaba que mi linaje no estaba sujeto a los caprichos de un Alpha?

—¡Es un juego de palabras! —Ethan soltó, su rostro estaba rojo de furia—. ¡No puedes venir aquí y revertir un acuerdo de Alphas!

—Puedo, y lo haré —Damon se acercó más. Sus ojos, antes de un azul eléctrico, ahora se habían oscurecido, como el cielo antes de una tormenta—. Lyra viene conmigo.

—¡No! —dije, y mi voz, aunque temblorosa, resonó en el silencio—. ¡No soy un objeto! ¡No voy a ningún lado!

Damon finalmente desvió su mirada de Ethan para posarla en mí. El fuego en sus ojos se intensificó. Su expresión no cambió, pero sus ojos me decían que me estaba pidiendo que me callara. Que yo no tenía voz en este asunto.

—Ella no se va de aquí —dijo Ethan. Su voz era un gruñido. Los lobos de su manada comenzaron a rodearnos, su postura era de alerta. La tensión en el aire era palpable.

Damon soltó una carcajada seca, sin un rastro de humor. Levantó una ceja, como si el intento de Ethan de intimidarlo fuera ridículo.

—Lyra es mi mate —dijo.

Las palabras cayeron como una bomba. No solo sobre la manada de Ethan, sino sobre mí. Mi corazón se detuvo. Los miembros de la manada del sur se quedaron boquiabiertos, sus ojos y sus miradas se posaron en mí. Un murmullo de incredulidad corrió por la multitud.

—Eso es una mentira —Ethan soltó con un gruñido—. Damon Blackwood rechazó a su mate hace cinco años.

—Lo hice. Y me arrepiento cada maldito día —respondió Damon, su voz volviéndose repentinamente ronca—. Pero no importa si la rechazamos. Un vínculo de mate es un vínculo de sangre. Un vínculo que no se rompe por un rechazo. Mi lobo me aullaba todas las noches por ella, pero yo fui demasiado estúpido para escucharlo. Ahora, he cometido un error. Y lo voy a corregir.

Ethan se rió, pero era una risa nerviosa. Él sabía lo que Damon estaba diciendo. El rechazo era una formalidad humana, un intento de anular un vínculo. Pero el vínculo del lobo era sagrado. Era un lazo inquebrantable que unía a dos almas para siempre.

—Nadie puede romper un vínculo de mate, Ethan —continuó Damon, su voz sonaba como un rugido de un león—. Y mi lobo me dice que ella es mi compañera. Mi Luna. Mi mate. Y no voy a permitir que te la lleves.

Las palabras de Damon eran una mezcla de verdad y de mentira. ¿Realmente se arrepentía? ¿O simplemente había descubierto que yo era más valiosa de lo que pensaba? No lo sabía, pero una cosa era cierta: el rechazo había sido una farsa. Un intento inútil de romper un vínculo irrompible.

Ethan soltó mi brazo y dio un paso al frente. Su rostro estaba lleno de furia.

—¡Eres un maldito mentiroso! —gritó—. ¡No puedes venir a mi manada a robarme a mi Luna!

Damon no respondió. En cambio, se arrodilló lentamente en la plaza, frente a toda la manada. Mi corazón se detuvo. Los lobos de la manada del sur se quedaron sin aliento. Un Alpha solo se arrodilla ante su Luna.

Damon levantó la cabeza y me miró a los ojos. Había un brillo de desesperación en su mirada.

—Lyra —dijo, su voz tan llena de emoción que casi no la reconocí—. Por favor, regresa a casa. Te juro que nunca más te volveré a dejar.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Había esperado estas palabras durante cinco años. Y ahora, cuando menos lo esperaba, él estaba aquí, arrodillado frente a la manada, suplicando.

—No te creo —murmuré, mi voz se quebró.

Él se puso de pie, su rostro se volvió inexpresivo de nuevo. Caminó hacia mí y me extendió la mano.

—No tienes por qué hacerlo. Ven conmigo, y te lo demostraré. Te daré lo que mereces. Mi manada, mi apellido, mi protección. Y si no puedes amarme, al menos déjame protegerte. Tu padre…

Se detuvo en seco. Su mirada se volvió sombría.

—¿Qué pasa con mi padre? —pregunté, mi corazón latió con fuerza.

—Tu padre no se suicidó, Lyra —dijo Damon, su voz era un susurro oscuro—. Lo mataron.

¿Por qué Damon Blackwood le miente a Lyra, o acaso lo que dice es verdad? ¿Quién mató a su padre y por qué? ¿Y qué hará Lyra al descubrir que la muerte de su padre no fue un accidente, sino un asesinato, y que Damon Blackwood, su mate y su enemigo, es la única persona que puede darle las respuestas?

Capítulo anterior
Siguiente capítulo