Distráeme.

El primer roce de sus labios había sido un susurro, cauteloso, casi interrogante, pero luego algo cambió. Mi mano se deslizó desde el borde de la cama hasta su cadera, y sentí su cuerpo arquearse hacia el mío como una cuerda tensándose. El papel bajo ella se arrugó ruidosamente, la cama rechinando e...

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