De rodillas.

Siguen viniendo, codiciosos, hambrientos de violencia, pensando que el humo y el caos los hacen intocables. Pero los hombres de Donatello no son idiotas. No van a dejar que nuestra casa arda sin luchar. Tan pronto como caen los primeros de sus chicos, el equilibrio cambia. Nuestro lado avanza; el su...

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