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Después de que el doctor nos dejó, entramos en la habitación. Él no estaba vomitando en ese momento, pero se veía realmente pálido y enfermo.

Débilmente se gira para mirarnos y sus ojos se fijan en mí.

—¿Ava? ¿Cuándo llegaste aquí? —me pregunta.

—Llegué el sábado. ¿Cómo te sientes ahora? —le preg...