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Después de una hora, nos dirigimos a la casa de los Reynolds, tocamos el timbre y, después de unos segundos, la señora Reynolds abre la puerta.

—Ann, ¿cómo estás? —sonríe mi mamá.

—Estoy bien, por favor, pasen —sonríe y nos hace un gesto para que entremos a la casa.

Entramos y el señor Reynolds e...