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Cuando me insultó, fue como si un cuchillo se clavara en mi pecho. No podía entender por qué se resistía tanto a que me involucrara y supiera más sobre el extraño herido. —¡Solo estoy tratando de ayudar!

—¡Mara no necesita tu ayuda! —respondió bruscamente.

—¿Se llama Mara? —repetí. —¿Cuánto tiempo...