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Killian tenía diecinueve o veinte años, y no era ni de cerca tan articulado como lo es ahora, y en su mayoría gruñe y maldice. Alguien volvía a las viejas costumbres, y él llamaba a todos al césped en medio del área común, y pasaba una o dos horas destrozando a la manada por ser un montón de “perras...