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Él extiende la mano y toca la punta de mi trenza. Es un desastre enredado y deshecho. No sé cómo la banda sigue ahí.

—¿Es por eso que te lías con todos? —No conmigo, claro.

Nunca me miró dos veces.

Él se encoge de hombros.

—Ellos ofrecen. No siempre lo rechazo. No veía el daño.

Solo está siendo...