Capitulo 4

Actualidad...

Estacionó el automóvil en el estacionamiento del hospital y ayudó a Pamela a bajar del auto. La morena de malas ganas tomó su mano y bajó. El pequeño Sael bajó de un brinco y volvió a aferrarse a la mano de su tía, observando de reojos al hombre que era su padre.

Pamela guío a James al séptimo piso, que era el sector donde estaban los pacientes con muerte cerebral o en coma por diversas causas. Los pasos de James se tornaron lentos y pesados, sentía que eran demasiadas emociones por un solo día y no sabía cómo sentirse al respecto. Pamela le permitió entrar junto a Sael, ella esperaría afuera para entablar la conversación pendiente.

—Mamá está dormida, pero el médico dice que puede escucharnos, así que le aconsejo que hable con ella. —El pequeño Sael se acercó a donde su madre yacía acostada y conectada a diversas máquinas. —Ella se pondrá muy feliz de oírlo, señor James. —Sael se sentó a un lado de Dafne y tomó la inerte mano de la mujer.

James se quedó de pie, mirando fijamente a Dafne. La rubia no había cambiado mucho en esos 10 años, seguía siendo tan jodidamente hermosa como en aquella época escolar, solo que sus rasgos eran más definidos y menos angulares. Aún así, Dafne era una mujer hermosa.

Durante años, muy, muy conscientemente, James no había pensado en Dafne. Cada vez que ella aparecía en su mente, lo cual era incómodamente frecuente, James se alejaba del pensamiento. Al principio, pensó que no le gustaba pensar en ella porque estaba avergonzado, no solo de haberse acostado con una mujer de su reputación, sino de haberle gustado tanto. Tanto que nadie más realmente se comparó, incluso años después. Se encontró tantas veces comparando a Gema con Dafne, para luego sentirse tremendamente culpable por follar con su novia mientras imaginaba que era otra mujer.

Eventualmente, se había dado cuenta de que evitaba pensar en Dafne Malraux porque sabía que había sido un imbécil con ella, había hecho que Dafne se sintiera inútil y pequeña. En ese momento, James había estado tan indignado ante la idea de que Dafne planeara salir con él por prestigio social que sintió justificado el ser cruel con ella. Ahora que era mayor, lamentaba la crueldad con que la había rechazado. Mientras observaba a Dafne y a su hijo volvió a sumirse en aquellos recuerdos que le avergonzaban tanto...

Años antes...

Dafne era una mujer obstinada, él lo sabía, aún así no pensó que llegaría tan lejos con su plan de utilizarlo. ¿Tan desesperada estaba? Es en lo que pensó aquel día donde la rubia lo increpó y prácticamente lo arrastró hasta el cuarto donde guardaban los útiles de aseo. Él se liberó de su agarre y la miró con furia, listo para arrojar todo el veneno posible.

—¿Qué diablos quieres, Dafne? —La empujó con fuerza, haciendo que la joven retrocediera varios pasos.

—James, necesito hablar contigo de manera civilizada. Hay algo que quiero que sepas... —Respondió Dafne rápidamente con voz temblorosa.

—¿De verdad? Puedes ahorrarte el discurso, te escuché hablando con tu amiguita. —Frunció el ceño mientras apretaba los dientes con rabia.

El pálido rostro de Dafne perdió color. En ese instante sintió un intenso mareo y recargó su espalda contra la pared, respiró profundamente tratando de mantener la compostura.

—¿Hablas en serio, James? ¿Lo sabes todo entonces? —Comenzó a balbucear sin saber bien que decir al respecto. Todo el discurso que había planificado en su mente se desvaneció de pronto.

—Sí, ya lo sé todo —dijo James con seguridad. —Y estás loca si crees que estaría contigo. Prefiero morirme a estar con una put@ como tú. —Arrojó aquello con la finalidad de herirla, quería herirla tanto o más de lo que ella había logrado herirlo a él. —Asi que lárgate y no me hagas perder más el tiempo, ya no me apetece volver a foll@rte. Eres libre de buscar a otro imbécil para que te la meta a diario.

Dafne lo miró incrédula y su rostro se transformó en todo un poema. Quería llorar, reír, gritar. Eran tantas las emociones en su pecho que se sentía al límite. —Puedo entender que no estarás conmigo, pero yo pensé que al menos, yo creí qué…

—¿Qué pensaste, Dafne? ¿Qué eso cambiaría en algo lo que pienso de ti? Sigues siendo una maldita put@, andas en la boca de todos. No quiero tener nada que ver contigo. Solo te f@llé porque eras fácil. —Arrojó aquello con desprecio. —Jamas tendría algo con la hija del hombre que defendió al asesino de mi madre.

Dafne lo miró fijamente y sus ojos grises se llenaron de lágrimas. —Así que… ¿Así que eso es todo, entonces? ¿No me ayudarás? Porque mis padres tampoco lo harán, ellos estarán furiosos y yo… —Abundantes lágrimas comenzaron a deslizarse por sus pálidas mejillas mientras pellizcaba sus propios dedos a causa de sus nervios.

—Tienes un familia bastante adinerada para que te ayude, no creo que necesites de mi. —Dijo James con frialdad. Algo se revolvió en su estómago ante la expresión devastada de la rubia, aunque no quisiera admitirlo, le importaba, le importaba demasiado. Era agradable experimentar un sentimiento diferente al enojo, ese enojo brutal que aplastaba constantemente su interior, aunque el sentimiento era igual de desagradable. ¿Sentía culpa? Sería normal, su comportamiento con ella era asqueroso. ¿Entonces era culpa?

Pero James tenía muy en claro que no tenía porqué ayudar a Dafne en absolutamente nada. Era evidente que la muy imbécil quería limpiar su reputación y cogerlo a él como coartada, pero no lo haría, no tenía porqué hacerlo. Ni siquiera sabía si Dafne había cambiado, desde hace bastantes meses dejó de estar con otros chicos, pero era muy probable que se estuviera acostando con hombres fuera del internado.

—Correcto, lo entiendo... Ni siquiera sé porqué esperé algo diferente de ti —dijo la rubia con voz rota. —Pensé… yo pensé que... Oh, Dios... —Hizo una mueca y se secó las lágrimas con brusquedad. —Pero supongo que soy yo la estúpida que pensó algo diferente, ¿no es así? Bien. No volveré a molestarte nunca más, te juro que no volverás a saber de mí en lo que me reste de vida.

Dafne se dió la media vuelta y se fue, dejando a James con la culpa, una culpa tan grande que lo aplastaba en su sitio. Ella cumplió su palabra, simplemente desapareció por arte de magia. Por lo que supo por otros alumnos rindió ante sus exámenes y se retiró del internado. No asistió a la fiesta de graduación y tampoco a la premiación académica, a pesar de haber sacado el primer lugar.

James se esforzó por no pensar en ella, por que pensar en ella era asumir que la extrañaba, que extrañaba sus peleas diarias, sus besos, sus caricias, el sonido de su voz, el aroma de su piel, extrañando las generosas formas de su cuerpo, su suave cabello, la sonrisita tímida que le dedicaba cuando habían personas presentes. Él estaba demasiado jodido y buscar a Dafne cuando terminó la escuela no era una opción. ¿Como podía pensar en tener algo con ella? Imposible, no mientras no pudiera perdonar al padre de ella.

Tanto su padre como sus amigos lo orillaron a buscar ayuda profesional, por lo que empezó a visitar a un psiquiatra. Las terapias y las pastillas ayudaban bastante, comenzó a dormir un poco más, las pesadillas comenzaron a disminuir paulatinamente. Con el paso de los meses comenzó a sentirse un poco más como el mismo, un poco más vivo. El recuerdo de Dafne seguía presente, la extrañaba, el psiquiatra le ayudó a entender que la amaba, solo que los traumas del pasado destruyeron lo que pudo llegar a ser. Era cobarde, así que decidió olvidarla antes de enfrentarla.

Actualidad...

Diez años después recién comprendía lo que Dafne quiso decirle en aquel entonces. No pudo soportar la desgarradora escena frente a él, en como su hijo sostenía la mano laxa de su madre, en como el pequeño le contaba anécdotas con entusiasmo pensando que de ese modo la rubia abriría los ojos. Estaba

a punto de romperse y antes de hacerlo prefirió abandonar la habitación.

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