Capitulo 6

James tomó la siguiente carta de Dafne. Necesitaba seguir leyendo, empaparse de ella con cada página. Al abrir la carta, una sensación de inquietud lo invadió. Las palabras parecían vibrar con la angustia que ella estaba sintiendo en ese momento, y su corazón se aceleró al comenzar a leer.

¡Hola, James!

Estoy muy asustada. Me han programado una cesárea para el 06 de octubre, ya que mi presión alta está siendo una hija de puta conmigo. Todo esto ha sido un torbellino emocional, y no sé qué esperar. A veces, me siento tan abrumada que no puedo dejar de pensar en cómo llegué a este punto.

Quiero que sepas que he iniciado una relación con Brandon. No nos queremos ni nada por el estilo, pero siento que es mi manera de retribuirle todo lo que ha hecho por mí y por el bebé que viene en camino. Es complicado y confuso, pero no tengo otra opción.

Espero que lo entiendas, aunque sé que probablemente no lo harás. La vida ha cambiado tanto y, a pesar de todo, sigo luchando por el bienestar de nuestro hijo. ¿Por qué, que más puedo hacer? Si tan solo estuvieras aquí, al menos económicamente hablando...

Dafne.

La confesión de Dafne le dejó un sinsabor. ¿Ella y Brandon? De solo pensarlo los celos lo invadían. Sabía que era estúpido ponerse celoso, pero siempre fue de ese modo. Cuando estaban en el instituto, ver a Dafne con otro hombre era algo que lo

encolerizaba. Ahora necesitaba detenerse un momento, por lo que guardó todas las cartas en uno de los cajones de su escritorio.

Buscó su abrigo una vez más, tomó las llaves de su automóvil y abandonó la casa. Sabía que era tarde, pero necesitaba ver a Dafne estar a su lado aunque ella no fuera consciente de nada. Necesitaba desde ya darle lo mejor y eso significaba sacarla de ese hospital de cuarta donde estaba hospitalizada. Necesitaba un cuerpo médico competente que pudiera sacarla del estado en el cual se encontraba.

Condujo hasta el hospital a toda prisa y el camino de le hizo eterno. Su mente era un completo caos emocional y la imagen de Dafne, estando sola y asustada le carcomía el alma. Esta vez quería estar presente, ser su héroe, ser su todo.

Una vez en el hospital, se dirigió al área administrativa donde administró de manera eficiente el traslado de Dafne a la clínica privada de su familia. Ante la oposición de algunos funcionarios se vio obligado a sobornarlos con un poco de dinero, dinero que aceptaron más que gustosos. Firmó los documentos correspondientes para luego llamar a la clínica de su familiar y pedir con urgencia una ambulancia para que la trasladaran.

El traslado fue rápido y sin incidentes, ahora comenzaba a sentirse un poco más tranquilo. Después de todo, los mejores profesionales del país trabajaban en la clínica familiar. Dafne estaría bien, tendría la mejor atención médica del país y tenía la total certeza de que pronto despertaría. Ella era una mujer fuerte, no se dejaría vencer por algo así, no sabiendo que su hijo Sael la necesitaba.

•••

Sael, esa mañana estaba radiante, una sonrisa de oreja a oreja adornaba su rostro y sus ojos verdes brillaban con entusiasmo. Su padre lo recogería dentro de poco, prometió llevarlo a desayunar fuera para luego visitar a su madre en el hospital. La idea de pasar tiempo con su padre lo llenaba de una alegría inexplicable, por tantos años espero un momento como este y ahora no sabía cómo canalizar todas sus emociones.

Pamela, al ver el entusiasmo del niño no pudo evitar sonreír. Se acercó a Sael con cepillo en mano y con mucha dedicación peinó su rebelde cabello. No importaba cuanto lo peinaran, siempre lucía más desordenado de lo que en verdad estaba.

—Estas listo, definitivamente eres la viva imagen de tu padre. —Pamela le besó en la frente y la risa infantil del niño la hizo reír también.

—Gracias, tía. Me gusta como me veo —dijo el niño mirándose al espejo, conforme con su apariencia se acercó a Pamela y besó su abultado vientre.

El sonido del timbre resonó en el aire, y la emoción de Sael alcanzó un nuevo nivel. Eufórico, corrió hasta el sofá y tomó su vieja mochila roja, colgando está en su espalda. Corrió hasta la entrada y abrió la puerta de golpe, encontrándose con un sonriente James. Sael, en ese momento, se sintió el niño más dichoso del planeta.

—¡Papá! —exclamó Sael, lanzándose a los brazos de James.

James lo abrazó con fuerza, sintiendo que ya lo amaba con locura. Era un momento que había anhelado con todo su corazón, y ahora, al tener a su hijo en brazos, supo que todo lo que se avecinaba valdría la pena.

—¿Listo para un gran día? —Preguntó James, dejando que Sael se balanceara un poco en sus brazos antes de ponerlo de pie.

Sael asintió con la cabeza reiteradas veces, sus ojos verdes, grandes y luminosos llenos de emoción. James tomó la mano del niño, sintiendo cómo la calidez de su pequeño agarre lo llenaba de emoción. Se despidió cordialmente de Pamela, quien, aunque había cuidado bien de Sael, no podía ocultar su descontento con la forma en que él había manejado la situación con Dafne.

Pamela, con una expresión neutral, simplemente le cerró la puerta en la cara. James, sin prestarle atención, salió del edificio. Podía entender su enojo, Dafne era su amiga y él fue una completa mierda con ella.

Mientras caminaban hacia el auto, Sael hablaba emocionado sobre sus lugares favoritos para desayunar, mencionando los panqueques con chocolate que tanto le gustaban. James sonrió, sintiéndose feliz de poder compartir esos momentos simples pero significativos con su hijo. Estaba comenzando a conocerlo y no había nada más preciado para él que eso.

—Mamá cuando tenía algo de dinero extra me llevaba al carrito que vende comida en la plaza central y compraba panqueques para mi, o a veces, los preparaba ella misma, esos sin dudas eran los mejores. —Gesticula exageradamente con sus manos.

—Podemos ir ahí, si quieres —le dedica una sonrisa forzada, sintiendo su corazón estrujarse de la angustia.

Al llegar al automóvil, James ayudó a Sael a subir al asiento trasero, asegurándose de que estuviera cómodo antes de ponerse al volante.

—¿Sabes qué? —dijo James mientras arrancaba el motor—. Hoy vamos a hacer que sea un día inolvidable.

Sael sonrió ampliamente, con su pequeño rostro iluminado por la promesa de una aventura. Mientras conducía hacia su destino, James no podía evitar pensar en lo que vendría después: la visita a Dafne y el futuro que tenían por delante como familia.

Era una nueva oportunidad para reconstruir, para sanar y para crear recuerdos que duraran toda la vida. Y, en ese momento, James supo que todo lo que había estado luchando valía la pena, porque tenía a su hijo a su lado, y juntos enfrentarían lo que fuese necesario.

Envuelto en su burbuja, James olvidó pensar en Gema.

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