Te odio

Layan se quedó tan congelado que ni siquiera podía respirar.

Lágrimas.

Era en lo único que podía concentrarse. Y estas bajaban por el hermoso rostro de aquella loba que lo hacía perder la paciencia. Acercó, sin dudar, sus dedos hacia su mejilla para recoger algunas de ellas pero ella alejó su rostro...

Inicia sesión y continúa leyendo