Capítulo 2 Juego de roles parte 2

Y justo como lo pide lo hago, envuelvo su dedo con mi lengua y veo como sus ojos verdes (que hasta el momento desconocía su color) se tornan oscuros, suelta mis manos que había mantenido sobre mi cabeza y con un movimiento rápido se deshace de su pantalón y su ropa interior, al instante puedo ver como su enorme miembro salta a modo de saludo, marcándose las venas en toda su longitud, sin poder evitarlo me relamo los labios y vuelvo mi mirada a sus ojos.

Se inclina un poco y con su miembro acaricia la entrada de mi femineidad, mi respiración se agita y por un momento estoy tentada en pedirle que me haga suya cuanto antes, luego sin más invitación me toma por el muslo izquierdo, lo levanta lo suficiente y me embiste de un solo golpe, mi cuerpo se estremece ante su invasión, pero una vez que me acostumbro a él, muevo mis caderas para incitarlo a continuar.

—¡M-más rápido! ¡No te detengas! —susurro, al mismo tiempo tomo el dobladillo de su playera y comienzo a quitársela, dejando a la vista su bien trabajado cuerpo, recorro su pecho y brazos con dedos temblorosos, tocando todos los tatuajes que adornan su piel, observando como sus músculos se tensan ante cada embestida que me da.

—¿Qué diría tu esposo si entrase en este momento y nos viera follando como conejos Amelia? —inquiere después de unos minutos.

—Yo, n-no sabría como verlo a la cara —respondo con sinceridad.

Posa su mano en mi vientre en un intento por inmovilizarme y comienza a profundizar sus movimientos, enredo mi pierna libre en su cadera para darle un mejor acceso, mientras bajo una de mis manos hasta mi clítoris y lo masajeo en un intento por sentir mayor placer; él dirige su vista hasta nuestras intimidades que se unen como una sola y sonríe cuando se percata de que ha logrado su cometido, hacerme suya sin importar nada que no sea nosotros en este momento, sólo consumar nuestro pecado.

Arqueo mi espalda una vez más cuando mis terminales nerviosas se anidan en mi vientre como una clara indirecta de que estoy por lograr mi liberación, ante esto sus embestidas aumentan su velocidad y cuando siento que mis paredes se contraen sobre su miembro mi grito rompe el silencio de la noche, mi cuerpo cae sin fuerza sobre la cama disfrutando de los últimos espasmos que me sacuden, por un momento pienso que continuará hasta lograr su propia satisfacción, pero para mi sorpresa sale de mi interior y antes de que pueda pedirle que continúe, enreda su brazo en mi cintura y me levanta de la cama poniéndome en pie.

—¿Q-qué piensas hacer? —pregunto aun con la respiración agitada.

—Lo haremos aún más divertido, Amelia. Te voy a follar frente a la ventana, hasta que ambos terminemos agotados y saciados el uno del otro.

—N-no puedes hacer eso, a-alguien podría vernos —balbuceo con la voz entrecortada.

—No hay nadie a kilómetros Amelia, nadie podrá vernos ni escucharnos, así que puedes gritar todo lo que quieras, los únicos testigos de cómo te haré mía nuevamente son la Luna y la oscuridad de la noche.

Me lleva hasta el ventanal por donde se filtra la suficiente luz como para apreciar nuestra desnudez y apoya mis manos en la pared de cristal, separa mis piernas las cuales aún siento débiles, gira mi rostro y me da un beso voraz al tiempo que me embiste sin perder tiempo, mi gemido queda ahogado por sus labios, cuando nos separamos, posa su mano en mi cintura para que no pierda el equilibrio y con la otra pellizca ligeramente mis pezones.

Me inclina un poco más contra el vidrio y entre cada una de sus embestidas mi pecho roza contra este haciendo que me estremezca ante su frío contacto, pero aliviando un poco ese calor abrasador que recorre mi cuerpo a cada segundo, durante algunos minutos nuestros gemidos solo son interrumpidos por el choque de nuestros cuerpos, no hacen falta las palabras para saber qué es lo que el otro desea en este momento.

—Dime Amelia, ¿te gusta que te follen así? —me cuestiona tomándome por el cuello y obligándome a besarlo—, ¿o te gusta así? —dicho esto, sus manos se desplazan hasta mis glúteos y siento como los separa en un intento por llegar más profundo, mi cuerpo se estremece cuando su miembro golpea mi útero en repetidas ocasiones, al mismo tiempo mis brazos se separan un poco del vidrio y debo sostenerme un poco más fuerte para no caer, comienzo a mover mi cadera contra su pelvis cada que este se aleja de mí, ansiosa por llegar al éxtasis.

»¡Vamos nena, córrete para mí! —pide sobre mi espalda desnuda donde deja unos cuantos besos y como si mi cuerpo estuviese esperando esa invitación me dejó llevar por esa sensación ya conocida y por tercera vez en la noche, logro un orgasmo tan abrumador que mis piernas flaquean y por unos segundos temo caer el piso, sin embargo, sus fuertes manos me sostiene por la cintura y sin darme un descanso continúa con sus hábiles movimientos hasta que muerde mi espada ahogando de este modo ese gemido que me indica que también ha llegado al éxtasis, siento como vierte todo su líquido en mi interior y como éste poco a poco se desliza por mis muslos fusionándose con mis propios fluidos.

—¿Te arrepientes? —pregunta mientras aún permanece dentro de mí.

—Para nada, mi amor, ha sido el mejor aniversario de bodas, ¡te amo Adam! —le confieso con una enorme sonrisa en el rostro.

—¡Feliz aniversario, hermosa! —Me da un último beso antes de salir de mí, me carga y me lleva hasta la otomana que se encuentra a unos cuantos pasos de la ventana, me deja sobre su regazo e inspecciona mis manos y mi mandíbula con el entrecejo fruncido—. ¿No te lastime?

—No, mi amor, por el contrario, disfrute tanto que me tomarás de esa forma que estoy ansiosa porque lleguen las siguientes. —No muy convencido de mis palabras, solo asiente, me da un beso cargado de pasión y amor, para después cargarme al estilo princesa hasta el baño, me ayuda a enjabonar todo mi cuerpo que aún se encuentra débil, después hago exactamente lo mismo con él y cuando al fin estamos listos nos acomodamos en nuestra cama, bastante agotados, pero satisfechos.

—¡Te amo, Amelia! ¡Duerme! —Me da un beso corto y me acomodo en su pecho al tiempo que enganchó una de mis piernas en las suyas.

—¿Ya sabes que te gustaría para el próximo año? —pregunto un poco adormilada.

—Aún no, pero cuando sepa que es lo que quiero te lo haré saber cariño. —Doy un leve asentimiento de cabeza y lo último que recuerdo es a Adam acariciando mi espalda.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo