Capítulo 7 Traición se paga con traición parte 3

Vuelvo a cerrar mis ojos disfrutando al máximo de sus caricias, cuando mis terminales nerviosas se anidan en mi vientre y mi cuerpo se estremece ante el inminente orgasmo que está por azotar mi cuerpo, detiene sus movimientos por segunda vez en la noche, cortando mi placer de inmediato.

—¡Abre los ojos! Te dije que quiero que veas cuando te corras para mí.

Abro mis ojos y al instante me estremezco al ver mi reflejo en el espejo, esa mujer que ahora luce sumamente excitada, con las pupilas dilatadas por el placer, mis mejillas se tornan carmesí y de un momento a otro lanzo un gemido tan alto dañando un poco mi garganta cuando sus hábiles dedos tocan ese punto exacto que me lleva a tal éxtasis de locura que mi cuerpo se arquea y mi respiración se acelera ante la atenta mirada de ambos.

Cuando aún mi respiración no se ha normalizado por completo, me gira de tal forma que ahora su cuerpo se encuentra sobre el mío, sosteniendo su peso con sus brazos para no hacerme daño.

—Aún no viene lo mejor preciosa. —Muerde mi labio inferior y después se levanta con tal agilidad hasta encaminarse a donde se encuentra su pantalón, saca su cartera y de ésta un paquetito plateado el cual rasga con sus dientes.

—Y-yo te ayudo —murmuro.

Me acerco hasta donde se encuentra y tomo el condón que me tiende para después colocarlo sobre su miembro, ante mi roce suelta un pequeño gruñido, cuando termino de colocárselo, me acomodo en la cama y lo espero con las piernas abiertas, ansiosa por sentirlo en mi interior.

—De esta forma no preciosa. —Lo miro sin comprender, hasta que se acerca a mí, me levanta y me acomoda en cuatro sobre la cama—. Sostente de la cabecera, te aseguro que no tendré compasión, pero también estoy seguro de que disfrutarás como nunca.

Con manos temblorosas tomo la cabecera y muevo un poco mis caderas, cuando deja un rastro de besos por toda mi espalda desnuda hasta llegar a mis glúteos, donde suelta una pequeña palmada en cada uno, toma mis caderas y poco a poco se va introduciendo en mi interior hasta llenarme por completo.

Sus movimientos son lentos y tortuosos al inicio, haciéndome desear que me someta por completo y apague ese deseo incontrolable que encendió en mi interior con ese primer beso que me dio en el bar, acerco mis caderas a su pelvis tanto como puedo y cuando se da cuenta de mis intenciones, profundiza sus embestidas de tal forma que mi espalda se arquea de forma involuntaria y mis nudillos se ponen blancos cuando me aferro con más fuerza a la cabecera, con una de sus manos toma mis senos, mientras que con la otra traza pequeños círculos en mi clítoris aumentando el placer que me provoca con cada uno de sus movimientos.

Gimo alto cuando siento que mis piernas tiemblan y mis paredes se contraen alrededor de su miembro, el cual continúa golpeando brutalmente mi interior sin importarle que mi cuerpo se estremezca con un delicioso orgasmo.

Da unas cuantas embestidas más y sale de mi interior sin aun lograr su propia liberación, me gira con un ágil movimiento, dejando mi espalda contra el suave colchón para después volver a convertirnos en uno solo.

—Te dije que después de esta noche solo serás capaz de pensar en mí y te lo voy a demostrar —murmura sobre mis labios entreabiertos, baja su boca hasta mis senos y muerde uno de ellos tan fuerte que me provoca un poco de dolor, pero no es nada comparado con ese cosquilleo que crece en mi interior ante cada una de sus embestidas.

—¿Dónde quedo ese caballero con el que llegue? —inquiero con un jadeo.

—Ese caballero desapareció por esa puerta una vez que entramos a esta habitación, lindura. Ahora quiero que te corras una vez más para mí, preciosa —me pide con un ronco susurro.

—Y-ya no puedo —gimoteo mordiendo mis labios para no gritar como hace un momento.

—Claro que puedes, solo dame uno más —insiste.

Toma mis piernas para colocarlas sobre su hombro sin dejar de penetrarme, en esta posición todos sus movimientos son más profundos y placenteros, por lo que mi cuerpo responde a sus palabras sin ser consciente de ello y me dejo llevar por esa agradable sensación ya conocida, escucho como mi amante lanza un gruñido y su respiración acelerada me indica que también ha conseguido llegar al clímax.

Permanecemos así durante algunos segundos hasta que él baja mis piernas, se levanta de la cama y tira en la papelera el condón que acabamos de usar, acaricio mis senos los cuales se encuentran sensibles y estoy segura de que en alguno de ellos quedará un chupón, cuando mi acompañante regresa me observa con una ceja arqueada y una sonrisa cínica adorna su rostro.

—Te dije que no tendría compasión. —Se recuesta a mi lado, besando con dulzura mis labios—. Me gustaría hacerte mía una vez más, pero estoy agotado y creo que el alcohol que ingerí ya me está cobrando factura —me confiesa mordiendo el lóbulo de mi oído ante lo cual mi cuerpo se estremece emocionado ante la idea de que me haga suya cuantas veces desee en lo que resta de la noche.

—Yo también estoy agotada —respondo dándole un pequeño beso en los labios, me giro en la cama y le doy la espalda un tanto avergonzada, al no saber si tomar mis cosas e irme de aquí o descansar un rato, cuando estoy por levantarme, coloca la colcha sobre nuestros cuerpos desnudos y ciñe su brazo en mi cintura pegándome contra su pecho desnudo, en un acto tan íntimo que mi cuerpo se eriza ante su cercanía.

—Deberías de descansar un rato, pague por la habitación hasta mañana —me informa como si se hubiese dado cuenta de mis intenciones, me limito a asentir, dado que las palabras se han quedado atascadas en mi garganta sin razón alguna, después de todo lo que hicimos no debería de sentirme así, pero en mi vida me había acostado con un extraño, si bien es cierto que disfrute como nunca, también me siento un tanto culpable y con todos esos pensamientos me quedo profundamente dormida.

Después de algunas horas despierto al sentir un poco de frío, observo a mi alrededor y me doy cuenta de que el hombre con el que me acosté hace unas horas tiene enredada la colcha en su cuerpo y duerme profundamente como bebé, me levanto con mucho cuidado y miro el reloj en la pared el cual marca que son las cinco de la mañana, tomo mi ropa y comienzo a vestirme tan rápido como mi adolorido cuerpo me lo permite, una vez que estoy lista me acerco a mi amante y trato de grabarme su rostro, como un bello recuerdo que deseo mantener ante la desastrosa noche que pase en casa hace unas horas.

—¡Gracias por todo! —susurro sobre sus labios antes de besarlos—, me hiciste olvidarme por un momento de ese dolor que cruza mi pecho, me gustaría volver a verte, pero creo que eso será imposible. —Tomo mi bolso y salgo de la habitación sin hacer ruido, una vez afuera me coloco mis sandalias y me encamino al ascensor sin mirar atrás, lamentando no poder quedarme entre los brazos de ese hombre.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo