Venganza, abandono

—¡Mierda! Lo siento, cariño. Nada de eso era verdad. Ahora, o te subes al coche o te subo yo mismo —me gruñe.

—Sigues siendo el mismo imbécil de siempre. ¡Te detesto! —le grito, parada frente a él.

—Lo sé —dice simplemente.

Me froto el pecho con la mano, tratando de aliviar el dolor. Es como si m...