Isidora

Me senté detrás de mi escritorio, apoyando los codos sobre la pesada madera, y la observé con ojos aburridos. Ella se sentó al otro lado del escritorio, con la espalda tan recta como una pared, con las manos elegantemente colocadas sobre las rodillas.

Isidora era diferente a lo que imaginé.

Llevab...

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