Capítulo 17. La Muralla

Isabella.

La espera fue un dulce suplicio. La cama de Gabriel seguía deshecha. El aire de la habitación aún olía a nosotros. A sexo, a piel, y al deseo que derrochamos anoche.

Me duché, pero no quise vestirme. Me puse una de sus camisas, enorme y suave. Quería sentirme envuelta en él.

Me senté en...

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