Capítulo 32. El Veneno en la Sangre

Gabriel.

No había tiempo para la razón. Solo para la rabia. La humillación que mi padre me había impuesto en ese despacho era un veneno que corría más rápido que la adrenalina.

Me había despojado de mi breve autoridad y había escupido sobre la última ilusión de Isabella. Ya no existía el plan; solo ...

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